El 23 de Febrero de 1981, el teniente coronel Antonio Tejero protagonizó el primer golpe de estado de nuestra actual democracia.
Hace treinta y siete años, el 23 de febrero de 1981, se produjo en España uno de los hechos más execrables de la historia de nuestra democracia. Apenas llevábamos cuatro años en el instaurado sistema democrático y poco más de dos en la España constitucional , cuando un “iluminado” , el teniente coronel de la guardia civil Antonio Tejero, protegido por militares como los tenientes generales Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada, decidieron dar un golpe de estado, que tuvo sus principales consecuencias en Madrid, donde el primero de los mencionados ocupó el Congreso de los Diputados y secuestró durante más de dieciocho horas a los diputados . El segundo declaró el estado de excepción en Valencia, sacando tropas y tanques a la calle. Y el tercero intrigó para ser declarado presidente de un gobierno de salvación.
Eran poco más de las seis de la tarde de ese día 23 de febrero y en el Congreso, por la dimisión de Adolfo Suarez el 29 de enero, se estaba celebrando la segunda sesión del debate de investidura como presidente de Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. En la primera no había obtenido los votos necesarios. Se estaba procediendo a la votación y cuando el secretario de la mesa Víctor Carrascal leía el nombre del diputado socialista por Soria Manuel Núñez Encabo, para que ejerciese su derecho a votar, unos hombres con amplios capotes y gorras de plato de color verde oscuro aparecieron dando grandes voces en la parte derecha del hemiciclo.
Yo estaba allí, en la parte central del mismo: fila quinta, incluido el banco azul del gobierno, escaño quinto de la misma, con Luis de Grandes a mi derecha y el diputado por Huelva José González Delgado a mi izquierda. Al principio pensamos que eran etarras, que en el año 1980 habían asesinado a 103 personas y en 1981 llevaban ya 5 muertos. Pero la confusión duró pocos segundos, los que tardamos en ver aparecer por la parte izquierda del hemiciclo, pistola en mano, al teniente coronel Tejero, al que conocíamos por su implicación en la operación Galaxia. Su grito de “todos al suelo” coincidió con los disparos que efectuó la tropa que le acompañaba, lo que provocó que por los materiales que cayeron del techo resultara herido el diputado canario Fernando Sagaseta Cabrera.
A continuación se vivieron los hechos más tristes de la actual democracia, junto a los que estamos viviendo actualmente con los independentistas catalanes: vimos al teniente general Gutiérrez Mellado enfrentándose y siendo agredido por los ocupantes. A Suarez intentando defenderle y siendo llevado fuera del hemiciclo, de donde a continuación sacaron también a Felipe González, Alfonso Guerra y a Agustín Rodríguez Sahagún.
Se escucharon disparos en los pasillos, que dieron a los diputados la sensación de que algo muy grave les había sucedido a los que habían sacado fuera; “vivas” de las tropas a las regiones militares unidas al alzamiento; al capitán Muñecas, conocido en Guadalajara por su participación en los concursos hípicos, anunciando que estuviésemos tranquilos porque pronto llegaría la autoridad, “militar, por supuesto”, que nos diría lo que deberíamos hacer.
Después, el paso de minutos, de horas, de diputados que se levantaban para ir al servicio acompañados de un secuestrador con la metralleta apuntando a su espalda; el temor que teníamos de no conocer lo que pasaba en el exterior; las entradas de Tejero en el hemiciclo, con la pistola en la mano, mirada desafiante y diciendo que si se marchaba la luz como había sucedido una vez, disparasen.
La noche iba pasando, la presencia del teniente de navío Camilo Menéndez y del comandante Pardo Zancada, tenían más de comedia que de testimonio de apoyo de las fuerzas armadas al golpe de estado. La entrada de nuestro paisano el general Félix Alcalá Galiano al hemiciclo tratando de convencer a Tejero de su soledad y pidiendo su rendición nos trajo un halito de esperanza.
Cerca de la una de la madrugada Fernando Abril Martorell escuchaba en una radio que le había dejado el diputado por Vizcaya Julen Guimón, el mensaje del rey, y por él supimos que el golpe de estado solo continuaba a esa hora en el Congreso del Diputados. La noticia, que corrió en voz baja por todos los escaños, nos llenó de tranquilidad. Hacia las cinco de la mañana la Cruz Roja ofreció algo de comer a los diputados, que rechazamos, agradeciendo su intención pero exigiendo a Tejero nos dejase en libertad, hecho que protagonizaron, levantándose de sus escaños y bajando las escaleras del hemiciclo siendo obligados a volver a su sitio, Íñigo Cavero, Fernando Álvarez de Miranda y posteriormente Manuel Fraga.
La caída de la moral de los secuestradores había comenzado a producirse a las pocas horas del secuestro al darse cuenta de que nada avanzaba, de que nadie venía. Hacia las diez de la mañana salieron las mujeres, aunque ellas no querían, pero las que pedimos lo hicieran para comunicar a nuestras familias que estábamos bien. No sin antes escuchar a un joven teniente de la guardia civil decirnos que no estuviésemos tranquilos, porque todavía podía haber sangre. Poco más tarde, a las doce horas del día 24, se produjo la rendición del teniente coronel Tejero y escuchamos la voz del Presidente del Congreso, Landelino Lavilla, anunciando la reunión de la mesa para la mañana del día siguiente y ordenando la salida de los diputados del hemiciclo.
Los pañuelos blancos que elevaban al cielo, desde los balcones y desde la calle los miles de ciudadanos que esperaban el fin del secuestro, nos emocionó y nos reafirmó en lo que los españoles queríamos y habíamos conseguido con el esfuerzo de todos: una democracia en que la libertad y la solidaridad pudiera continuar adelante, olvidando los fantasmas de la dictadura pasada.
José Maria Bris Gallego
26 de febrero de 2018.
José María Bris era entonces diputado por Guadalajara de Unión de Centro Democrático (UCD).






