Este 15 de junio se cumplen 40 años de las primeras elecciones democráticas en España. El electorado guadalajareño siguió la tónica nacional y apostó claramente por las dos fuerzas políticas que terminaron liderando la transición y, con ella, la Constitución de 1978: Unión de Centro Democrático, que sacó 2 diputados y 3 senadores; y el PSOE, con un escaño en cada una de las cámaras. Los grandes perdedores: la Alianza Popular de Manuel Fraga, el PCE de Santiago Carrillo y la extrema derecha. Así se vivieron aquellos apasionantes días de junio.
Había ganas, muchas ganas de votar, después de una larga dictadura sin elecciones democráticas, y eso se dejaba notar en una campaña electoral plagada de anécdotas y no pocas exageraciones. Después de tantos años sin poner legalmente un cartel político, la propaganda electoral ocupaba cualquier fachada del centro de la ciudad, y escalaba hasta casi los tejados de algunos edificios; la gente llenaba los mítines e iba a varios de ellos para poder comparar; y a falta de sondeos fiables, no estaba muy claro lo que podía ocurrir. La espectacular campaña de Felipe González, llenando varias plazas al día, alentaba la posibilidad de que el PSOE pudiera ser el partido más votado. Y estaba por ver qué pasaría con la Alianza Popular de Manuel Fraga, que logró agrupar a una pléyade de antiguos ministros de Franco, los 7 magníficos, que aceptaban cambios, pero con el freno echado. Luego estaban, en los extremos, el PCE de Santiago Carrillo, que adoptó en toda la campaña un perfil moderado, con un programa claramente socialdemócrata. Y el franquismo irredento agrupado en la Alianza Nacional 18 de julio, que formaban Fuerza Nueva y Falange Española de las JONS.
Dejo para el final a la Unión de Centro Democrático (UCD), porque constituía una gran incógnita. ¿Sería capaz de agrupar el voto moderado de centro-derecha, que reclamaba como propio la AP de Fraga y Areilza, los reformistas del antiguo régimen? UCD era por entonces una coalición muñida, deprisa y corriendo, por Adolfo Suárez, Martín Villa y Fernando Abril, para aprovechar el éxito de su gobierno, que fue capaz de legalizar a todos los partidos y llevarnos hasta las primeras elecciones democráticas, con algunas incrustaciones de la oposición moderada al franquismo: democristianos (sin Ruiz Jiménez y José María Gil Robles, que lo intentaron sin éxito en solitario), liberales y socialdemócratas de Fernández Ordóñez.
Por la gran expectación que suscitaba la campaña del joven González, pocos daban crédito a este presidente del Gobierno, encantador de serpientes, que había sido capaz de desmontar con Fernández Miranda el andamiaje legal de la dictadura desde dentro del régimen, y entre acusaciones de traición. Pero no contaron, como Nixon en su debate con Kennedy de 1960, la influencia entre el electorado indeciso, ese que se resiste a ir a los mítines y a manifestarse, al que llegó por la televisión. Suárez volcó los pronósticos con uno de los discursos electorales más brillantes que había conocido la política española desde Manuel Azaña. Fue aquel del “Puedo prometer y prometo…”
Y así sucedió que UCD ganaba en España con una amplia minoría las elecciones con 165 escaños; el PSOE se quedaba en 118; el Partido Comunista de España 20 y Alianza Popular con solo 16. El franquismo nostálgico desapareció del mapa electoral a las primeras de cambio.
Unas elecciones muy especiales en Guadalajara
En aquellas elecciones del 15-J, Guadalajara fue un interesante campo de batalla electoral. Alianza Popular reunió como candidatos al senado a dos influyentes ex ministros de Franco, José García Hernández (ex vicepresidente del Gobierno) y Tomás Allende y García-Baxter (ex ministro de Agricultura). Reivindicaron en la campaña los logros del desarrollo español a partir de la década de los setenta, y fue muy significativo que su último acto de campaña fuera una sesión de cine en la que se proyectó la película “España, puerta abierta”, elogiosa con la figura de Franco, que aparecía en varios pasajes del film, y que fue acogida con vítores por los asistentes que llenaban el viejo Coliseo Luengo. Luego intervino García-Hernández, que reivindicó ese legado de una España, que había arrancado de la miseria y las ruinas hasta convertirse en la décima potencia del mundo. Concluyó diciendo que AP respetaría de antemano el resultado de las elecciones, y que apoyará un proceso de transición “sin vueltas al pasado o peligrosos saltos al vacío.
Es pertinente recordar que Alianza Popular en Guadalajara, cuya candidatura al Congreso encabezó el abogado fraguista Felipe Solano Ramírez, tuvo grandes rivales a derecha e izquierda. Por la derecha, los franquistas que renegaban del proceso impulsado por Suárez pensaron que en esta provincia tenían posibilidades de sacar representación y se volcaron. Como cabeza de lista de la Alianza 18 de julio se presentó un viejo Raimundo Fernández Cuesta, uno de los fundadores de Falange, que intervino en el mitin de cierre, y que llenó el Coliseo. Fernández Cuesta afirmó entonces que está en juego el futuro de España, y que la fecha del 15-J “es la frontera para decidir si España ha de seguir unida o se vea roja y partida en banderías fratricidas”. Y advirtió contra ese comunismo, que otra vez “muerto Franco quiere conseguir la victoria que aquel le arrebatara”. Al gobierno de Suárez le calificó de entreguista y desconcertado. En la calle hubo un conato de altercado, que no fue a mayores, aunque se repartió algún guantazo. La Alianza 18 de julio quedó en quinto lugar, con 2.989 votos (apenas el 3,6%), y quitó a Alianza Popular menos votos de lo esperado.
Pero fue por el centro donde AP tuvo toda una sangría. En Guadalajara, la lista de UCD, que se aprobó a última hora en Madrid, dejó fuera a los socialdemócratas de Ordóñez, y se formó con los democristianos que lideró Luis de Grandes (cabeza de lista al Congreso), con Antonio Fernández Galiano y Feliciano Román para el senado, y los llamados “azules”, que así se les conocía en la prensa a los suaristas que habían tenido cargos en el antiguo régimen como Leandro Cros o el médico Félix Calvo. Una candidatura con caras muy conocidas en la sociedad alcarreña de la época, aunque no despertó grandes entusiasmos durante la campaña, como acredita que en su mitin final, con Íñigo Cavero como orador principal, no se llenó el Coliseo Luengo. En él, Luis de Grandes renegaba de una izquierda, que ahora les ataca pero a la que Suárez le había sacado de la “clandestinidad”, e Íñigo Cavero pedía el voto con este mensaje: sin respeto a la Ley no hay estado de derecho y “quien quiera cambios sin traumas que vote a los candidatos de Centro”. Contra el pronóstico general, UCD no solo ganó en Guadalajara sino que lo hacía con una claridad rotunda: sacó dos diputados y los tres senadores, con el 47,8%, y nada menos que 39.321 votos, más del doble que el PSOE. Colocó a todos sus candidatos en el parlamento, excepto el número 3 al Congreso. El mensaje reformista de Suárez había triunfado.
Cualquier lugar valía para colocar un cartel electoral/ Luis Barra. El PSOE sigue un camino muy similar al de UCD. Aunque era el partido histórico de la izquierda española, se trataba de una formación cuyos líderes habían vivido en el exilio hasta el Congreso de Suresnes en que Felipe González y Nicolás Redondo se hacen con el timón. Pero su organización en la clandestinidad y en el movimiento obrero era muy inferior a la que desplegó el Partido Comunista de España en la oposición al franquismo con lo que no se sabía cómo se podía traducir esto en votos. Pero, pronto, la campaña electoral empezó a desvelarnos algo. El encanto desplegado por el joven abogado sevillano Felipe González se acabó convirtiendo en un fenómeno de masas, y conseguía presentarse como esa nueva izquierda renovada que encarnaba mejor el futuro que un Santiago Carrillo con demasiadas cuentas pendientes con el pasado.
El mayor mitin de la historia de Guadalajara
Felipe González protagonizó el mayor mitin electoral de Guadalajara en la plaza de toros, aunque esta fotografía corresponde a las elecciones de 1982, en el polideportivo municipal./ Luis Barra.En Guadalajara, el mitin que dio Felipe González en la plaza de toros ante unas 10.000 personas sigue siendo el más multitudinario de una campaña electoral. Llegó dos horas más tarde de lo anunciado, porque había tenido un acto en Torrelavega, y a pesar de ello los que consiguieron entrar en la plaza no se movieron. Hablaron todos los candidatos, para hacer tiempo, hasta que entró en el ruedo un Felipe en mangas de camisa como una estrella del rock. A los siete fundadores de AP les definió como “las siete plagas de Egipto”, y les anticipó su certificado de defunción, por lo que a buen seguro que aconsejado por los sondeos se centró en criticar a UCD, un partido que “por no tener no tiene ni programa electoral”. Felipe González vaticinó en Guadalajara que el PSOE ganaría las elecciones, y que la legislatura sería necesariamente constituyente. Acertó en lo segundo. Terminado el acto, González se marchó en avioneta para su tercer mitin del día en Córdoba. Las elecciones convirtieron al PSOE en el segundo partido de Guadalajara, muy lejos de UCD, pero también del PCE con el que había disputado el liderazgo de la izquierda. El PSOE obtuvo 17.133 votos (el 20,8 %) y salió elegido diputado Carlos Luxán, un paracaista que Alfonso Guerra mandó a Guadalajara, y Rafael de Mora para el senado con 21.586 votos. El PCE pidió a sus simpatizantes que votaran a Mora para el senado, y de esta forma Javier de Irízar, con 17.451 votos, se quedó fuera de la cámara alta. Francisco Palero fue el único candidato comunista al senado y sumó 8.782 votos, tres mil más que el candidato al Congreso, José Sandoval, un veterano comunista sin relación con Guadalajara al que colocó aquí el Comité Central.
Con independencia de los errores cometidos en la confección de las listas (Antonio Rico, el histórico líder sindical de las Comisiones Obreras en la clandestinidad fue relegado al segundo lugar), el fracaso de los comunistas en estas elecciones tuvo un comportamiento similar al de toda España. A pesar de que el PCE y Comisiones Obreras habían constituido en gran medida la oposición al franquismo en Guadalajara, pronto comprobaron que su asociación con el pasado trágico de España les acabaría pasando factura. Me lo dijo entonces Francisco Palero, el líder más potente de la izquierda alcarreña en la transición : “Cuando llegamos a algunos pueblos con la caranava electoral la gente se metía en sus casas y recogía las gallinas”. Durante la campaña electoral, el PCE celebró su mitin central en la plaza de Toros, que sin conseguir el lleno de González, registró más de media entrada. El orador principal fue Marcelino Camacho, secretario general de CC.OO y candidato comunista por Madrid, y que en su intervención destacó que el “dilema no está entre monarquía y república, capitalismo o socialismo, izquierda o derecha, sino entre dictadura o democracia”. Sandoval denunció unas octavillas firmadas por un supuesto Partido Comunista, tiradas en la vega del Tajuña, y en las cuales se decía que el PC reclama que se denuncien los nombres de las personas que han colaborado con el franquismo: ”Esto es una jugada para calumniarnos que alguien ha hecho, pero nosotros no hablamos de revancha y venganzas, sino de reconciliación y paz”.
A estas primeras elecciones democráticas concurrieron dos fuerzas más por la izquierda.
Una de ellas fue el Partido Socialista Popular (PSP), que liderado por Enrique Tierno Galván, disputó al PSOE la hegemonía de la izquierda. También colocó de número uno a otro paracaidista, Bartolomé González, relegando a su líder local, Ángel García Méndez, al número dos. Se atrevió con la plaza de toros para el mitin central, al que acudieron unas 4.500 personas pero Enrique Tierno, que venía de Lugo no llegó a tiempo, y fue un fiasco. Donato Fuejo abogó por un “socialismo a la española”, y aseguró que la unidad entre los partidos socialistas sería más fácil cuando menos diferencia de escaños hubiera el 15-J. El PSP fue barrido por el PSOE en las elecciones, y en Guadalajara fue el sexto partido tras la extrema derecha, con 2.182 votos, el 2,6%, y en poco tiempo sus principales líderes terninaron en el PSOE. Enrique Tierno en la alcaldía de Madrid y José Bono, presidente de Castilla-La Mancha. Bartolomé González, su candidato en Guadalajara, fue alcalde de Móstoles.
Hubo una cuarta fuerza política, el Frente Democrático de Izquierda (FDI), trotskista, que en Guadalajara reunió 526 vrtos, el 0,6%, en una canidatura encabezada por Jesús Salas Berbegal.







