En 1994 una oleada de atracos a joyerías y fábricas de relojes de oro sacude la ciudad de Madrid. Los autores de los robos son un grupo de jóvenes delincuentes que no pretende enriquecerse con sus golpes sino hacer justicia.
Todo comienza unos meses antes, cuando el protagonista de la novela, Miguel – el mismo nombre del autor – descubre que su padre, un hombre honrado que ha dedicado toda su vida a cuidar de su familia, propietario también de un negocio de joyería, ha sido estafado por sus socios. Miguel regresa a su barrio, sacrificando una vida burguesa, una bonita novia y su trabajo como periodista, con la intención de salvar a su padre, y por extensión a su familia, de la ruina económica y moral. Lleno de deudas y sin justicia a la que acudir, decide iniciar un camino sin retorno por el mundo de la delincuencia – junto a su mejor amigo de la infancia, Sastre – para vengarse de las personas que hundieron a su padre o colaboraron en su ruina.
Esta es la historia que narra Apaches (Planeta), segunda novela de Miguel Sáez Carral (Madrid 1968), periodista y guionista que al margen de incursiones literarias ha sido jefe de guión de numerosas series entre ellas Al Salir de Clase, Sin Tetas No Hay Paraíso, y Homicidios.
Es una calurosa tarde de la primavera madrileña estoy sentada en la mesa de uno de esos bares de barrio que huelen a cerveza, a vermut de grifo y a boquerones en vinagre y que son un escenario fundamental de Apaches. El autor aparece con gafas de sol, una gorra calada y tejanos ajustados, se sienta a la mesa y con soltura le pide un tercio de cerveza al camarero.
-¿Sabe cuantas veces aparece la palabra cerveza en su novela?
-(Risas) No. Muchas seguro. Probablemente es la novela de la literatura universal dónde más cerveza se bebé.
-A veces parece imposible que sus personaje sigan teniéndose en pie.
-A veces no lo hacen. (Risas)
-La crítica - y muchos libreros – ya ha calificado Apaches como la que podría ser la gran sorpresa literaria del 2014 ¿Cómo se queda cuando escucha este tipo de cosas?
-Es agradable leer buenas críticas. Es una inyección de moral para la autoestima. Uno se mete en la cama más contento. Pero sobre todo pienso que mis padres estarían orgullosos de mi si pudieran vivir este momento.
-Una de las cosas que más me ha impresionado de su novela es que destila sinceridad y verdad. Supongo que esta pregunta ya se la habrán hecho unas cuantas docenas de veces pero ¿Cuánto hay de realidad y cuanto de ficción en Apaches?
-Está basado en una historia real que nos sucedió a mi familia y a mi allá por los años 90. La mayoría de los personajes son o fueron personas de carne y hueso que realmente pisaron las aceras de mi barrio. Yo he transformado esa historia real en un relato literario. Lo que pasa es que lo que ocurrió en la realidad es tan potente que impregna de verdad toda la novela. Y el lector nunca está seguro de donde está el limite entre ficción y realidad.
-La novela contiene pasajes muy íntimos. Es un ejercicio de una gran valentía desnudarse de esa forma.
-Valentía no, inconsciencia. (Risas) No, en serio, la novela no contiene nada que yo no haya verbalizado ya ante mi familia y mis amigos. En ese sentido estoy muy tranquilo. Su opinión es la única que me importa de verdad.
-Apaches tiene un subtítulo “Lucha por lo que importa. Cueste lo que cueste” ¿A que se refiere?
-Mi padre me enseñó que el objetivo de un hombre en está vida es cuidar y proteger a su familia. Eso es lo que se dedica el protagonista de Apaches y está dispuesto a hacer cualquier cosa por cumplir esa misión.
-Hay un evidente paralelismo entre la situación de esta familia y de la de muchas otras que en estos momentos de crisis lo están pasando mal, ¿era su intención cuando empezó a escribir?
-No, sólo trataba de contar una situación que me ocurrió a mi. Y a partir de ahí desarrollar una trama literaria. Es verdad que existe ese paralelismo. A lo mejor para afrontar los tiempos que corren hay que ser un poco Apache.
-Apaches tiene todos los elementos clave de la novela negra: una familia marcada por la mala suerte, dos hombres unidos por una amistad de hierro, un barrio fronterizo gobernado por leyes nunca escritas, una banda de delincuentes y, como no, una novia de la adolescencia convertida en mujer fatal, amante del hombre más poderoso del barrio y oscuro objeto de deseo del protagonista que pone en peligro todo por lo que ha luchado.
- Apaches es una propuesta muy diferente a la novela histórica o romántica que parece dominar el mercado literario.
-Bueno, cuando comencé a escribir no pensé en que es lo que más vende. Pero creo que Apaches es una historia muy universal. Habla de una familia, de un padre y un hijo, de un grupo de amigos, de la mala suerte, de la justicia, del amor. En ese sentido creo que puede interesar a un grandísimo número de lectores.
-Los personajes de Apaches me recuerdan a los de James Elroy o a los del también escritor y guionista Richard Price. ¿Cómo los crea?
-Me gusta que los personajes sean complejos, que tengan dudas, miedo, que cometan errores, que a veces sean generosos y honestos y que en cambio otras se comporten de una forma miserable y saquen a la luz lo peor de lo que llevan dentro. En resumen que se comporten como seres humanos de carne y hueso.
-Miguel, el protagonista, es un gran personaje pero he de reconocer que mi preferido es Sastre, ese amigo de la infancia que ha tomado el camino de la delincuencia y que ante la llamada de socorro del protagonista no duda ni un instante en ponerse a su lado.
-Sastre simboliza la amistad incondicional. Es un tipo con un sentido del deber y una moralidad muy por encima de lo común. En su infancia el padre del protagonista le salvó la vida y él sabe que esa es una deuda que tiene que pagar. Para que no se sienta mal le confesaré que también es el personaje preferido de la mayoría de las lectoras.
-Dentro del universo de Apaches unas de las relaciones más complicadas es la que mantienen el protagonista y su padre durante toda la novela. Una relación de amor filial pero que a veces se oscurece bastante.
-Si, el protagonista de la novela siente que su deber es volver al barrio, sacrificar todo lo que tiene y meterse en el barro para ayudar a su padre. Su padre ha sido su héroe, ha sido un gran padre, y él se lo debe. Pero eso no significa que a veces tenga dudas sobre lo que está haciendo y sienta que no se merece lo que le está pasando, y que está pagando un precio muy alto por errores que él no ha cometido. Así que el protagonista está metido en el barro hasta el cuello porque quiere a su padre pero a veces no puede impedir sentir que le odia por obligarle a estar en un lugar en el que no quiere estar.
-Otra de las cosas que también me ha sorprendido es su creación de los personajes femeninos. No es común que un autor masculino construya personajes femeninos tan sólidos y tan diferentes.
-Es que tengo un lado muy femenino (risas) No, en serio. He estado toda mi vida rodeado de mujeres. Las he observado y he aprendido mucho de ellas. Construyo los personajes femeninos igual que los masculinos. Intento preguntarme cuales son sus objetivos, sus necesidades, sus cualidades, sus miedos y sus frustraciones y sus puntos débiles. No me gustan los estereotipos.
-En su novela los delincuentes son los protagonistas y sin embargo usted consigue que el lector esté siempre a su lado.
-Como escritor me gusta enfrentarme al reto de hacer que el lector este al lado de los malos en lugar de con la ley. Lo que pasa en Apaches es que se da la paradoja de que los que están fuera de la ley son los que tienen una ética más alta y en cambio los personajes que se mueven dentro de ella son profundamente amorales. Creo que eso hace que el lector simpatice con los delincuentes y que sufra cuando parece que los van a detener.
-Apaches tiene más de seiscientas páginas pero se lee muy rápido porque tiene un estilo muy cinematográfico, ¿Ha pensado en una adaptación audiovisual?
-Próximamente en todas sus pantallas.
Si quieren conocer a Miguel Sáez Carral y saber más de sus Apaches estará el sábado 17 de mayo en la Feria del Libro de Guadalajara, en la caseta de la librería Lua, a las 18 horas.






