
Fue en el año 92 cuando el pequeño pueblo de Luzón recuperó su fiesta. Después de los años de la prohibición y de la despoblación, un grupo entusiasta confeccionó los atuendos de 13 diablos, buscando cinturones y cencerros en los baúles y comprando cuernos en la plaza de toros de Las Ventas. Hoy, casi todos los vecinos participan en la fiesta, ayudando a vestirse y maquillarse a estas figuras, preparando la parrillada y la limonada, encendiendo la estufa y acogiendo a los visitantes, que superan las 600 personas.
Los Diablos, que hacen su aparición desde la una de la tarde, persiguen a todo aquel que no lleve máscara para extender el mal, tiznándoles de negro. Hoy es puro maquillaje, pero antaño se confeccionaba una mezcla de aceite y hollín. Los diablos tienen una imagen horripilante: saya y camisa negra, cuatro cencerros a la cintura, unos grandes cuernos sobre una almohadilla que portan en la cabeza, la cara pintada de negro y falsa dentadura hecha con patata. Su contrapartida son las mascaritas, representantes del bien, ataviadas con saya roja de ribetes negros, camisa, delantal, toquilla y una máscara.






