Una bruja no tiene la misma categoría de un hechicero. La diferencia, para el antropólogo Fernández Ortea, radica en que la primera ha realizado un “pacto con el diablo”El investigador Javier Fernández Ortea ha indagado entre las brujas de la Alcarria. En una conferencia impartida ayer en el Museo Provincial de Guadalajara bajo el título “Hechicería, superstición y vana observancia en la provincia de Guadalajara” ha hecho públicos sus resultados sobre los estudios de los legajos del Archivo Nacional y de la diócesis de Cuenca sobre los procesos inquisitoriales contra “multitud de brujas” de las comarcas alcarreñas de Guadalajara y Cuenca.

 ¿Qué personaje es más universal que la figura de una bruja… una hechicera… un chamán? Desde los orígenes de la cultura simbólica de la Humanidad, esto personajes pertenecen al inconsciente colectivo, pero también existen datos científicos documentados de su pervivencia a lo largo de milenios entre nosotros.

El campo de la magia y la hechicería es el dominio de los poderes ocultos y el dominio de la naturaleza “en pos de un beneficio o maleficio”. Una bruja no tiene la misma categoría de un hechicero. La diferencia, para el antropólogo Fernández Ortea, radica en que la primera ha realizado un “pacto con el diablo”, a través de un símbolo tan gráfico como es un ósculo en el culo y tras señales reconocibles. Las características reconocibles de una bruja por los “especialistas” de la época eran que además participaban en aquelarres (significado literal: Monte del macho cabrío), los vuelos y la metamorfosis. Otra denominación de las brujas en el área castellana es el de xorguinas, que procede del uso de las chimeneas de los hogares para su entrada en las casas cuando quedaban tiznadas por el hollín.

Las características reconocibles de una bruja por los “especialistas” de la época eran que además participaban en aquelarres (significado literal: Monte del macho cabrío). Cuadro de Goya.El entorno cultural de las brujas hacía que, entre las sociedades de los siglos XV al XVIII, estuvieran circunscritas o provenientes de minorías étnicas o religiosas en algunas ocasiones (moriscos o sefardíes). Todo el entorno ideológico subyacente resultaba de un sincretismo religioso de las culturas milenarias y actuales. Muchos autores del Siglo de Oro español como Fernando de Rojas o el propio Cervantes representan en sus obras personajes con gran carácter de hechiceras (Licenciado Vidriera, por ejemplo). El caso de “La Celestina” es atribuido al de la tradición morisca de la “alquawwad” y su influencia en los amoríos sin olvidar las supersticiones del propio rey Carlos II “El hechizado”.

Se han estudiado 41 juicios en el área de la Alcarria

Las brujas son siempre femeninas, muchas veces dependientes de figuras masculinas. En la época a la que se refiere la investigación de Fernández Ortea, afirma que están relacionadas con oficios propios femeninos como parteras o comadronas ya que las mujeres estaban excluidas normalmente de los gremios de oficios tradicionales. Estas labores estaban directamente relacionadas con los nacimientos de niños. Esta es una característica para reconocer a una bruja en su época porque según la tradición y superstición estudiada, las brujas tenían entre sus víctimas a bebés y niños de corta edad; causa de fácil atribución a la gran mortandad infantil de la época.

El proceso inquisitorial contra una “bruja” podía simplemente ser iniciado por un rumor llegado a las autoridades por un testigo que no tenía que ser identificado. En aquellos tiempos el procedimiento del proceso judicial se basaba en demostrar la inocencia, al contrario que en nuestra época donde la demostración de la culpabilidad es la que prevalece. De esta manera, el profesor Fernández Ortea, ha estudiado 41 juicios del área de la Alcarria. La localidad de Pareja es la que cuenta con más casos, posiblemente porque era residencia estival de los obispos de Cuenca y contaba con mayor presencia entre los siglos XV y XVIII mejor estudiados.

El profesor distingue entre Magia Culta y Magia Popular. La primera suele ser protagonizada por hombres (Hechiceros) simplemente porque tenían mayor acceso a la alfabetización que las mujeres. En su caso, parece ser que la tradición oral es más importante en el caso de las brujas femeninas. Los estudios concluyen que las edades de las procesadas en la Alcarria están entre los 30 y 56 años, que parece ser coincide con el final de la edad fértil de las mujeres de la época. Destacan los casos de Ángela Jiménez en Pastrana y de Mariana Pérez en Jadraque. El caso documentado más antiguo se atribuye a Elvira Núñez en Cifuentes datado de 1495.

Existe la teoría de que un legajo documentado en Gárgoles de Abajo contiene “un pacto con el Diablo” en una cuartilla manchada de sangre del oferente.

Diferentes categorías de brujería

Entre las diferentes categorías de “brujería”, que el autor expone, diferencia entre las “AOJADORAS” dedicadas a la cura o maleficios del mal de ojo, principalmente dedicadas a beneficiar la cohabitación matrimonial. Entre estas están documentadas catalina laso en Hita y María Turmil en Cifuentes. Al parecer los cabellos femeninos cortados tenían gran influencia en estos conjuros. Afirma el profesor que esta es la razón por la que desde Francia llegó la tradición de rapar a las mujeres sospechosas de brujería o hechicería en nuestro país. Especial “mala leche” tenía la cifontina, porque según Fdez. Ortea realizaba los conjuros maléficos simplemente porque no era invitada a la boda por los novios. En Pareja, Isabel Álvarez utilizaba conjuros en el puchero para atraer a otra persona el enamoramiento; muy relacionado con las labores de alcahueta referidas anteriormente. En estos años andaba una tal María de Medina ocupada en la ciudad de Guadalajara en resolver también problemas de pareja. En la protección de los animales andaba también nuestro conciudadano Matías Rey, cuya profesión era la de “Lobero”, evidentemente dedicado a ahuyentar a los depredadores.

Continúan las especialidades con las SALUDADORAS y SANTIGUADORAS, según la documentación estudiada. Estas se dedicaban a visitar a enfermos, muchas veces traumatológicos. Alguna, como Mariana Pérez de Jadraque, segregaba su saliva matinalmente para después utilizarla como ungüento para la cura de diversas enfermedades. También Ortea define el “USO DE NÓMINAS” como palabras mágicas invocando la Trinidad y escritos en los pechos femeninos para la cura de las mastitis, frecuentes en la época, y que impedían la alimentación de los recién nacidos. Otras categorías están encuadradas en los BUSCADORES E TESOROS.

La tradición estudiada dice que en la zona alcarreña los usos materiales estaban bastante circunscritos a las mezclas de aceite y/o sahumerios. Este último es el proceso de ahumar con diferentes plantas aromáticas una estancia o habitación. Si pensamos que la Alcarria es rica en plantas aromáticas es fácil concluir en teoría que fuera posible el uso de esta técnica para limpiar o hacer salubre un espacio con el ritual que acompaña, similar al uso del incienso en los espacios religiosos.

Quemada en Pareja

Cuando hay unas muertes sucesivas de neonatos, la sociedad sospecha de las brujas. Es así por lo que en Pareja se produce el más famoso proceso judicial de la comarca. Juana la “Morillas” es quemada en la Era del Milano de Pareja. Consecuencia del juicio que la acusa de brujería y en el que se declaró que “volaba” hasta la vecina Soria (Campo de Barahona). Francisca Escamilla, de Durón, proclamaba hacer conjuros con figuras de cera a las cuales insertaba alfileres.

Masculinos o femeninas, profetas, visionarios, iluminados, curanderas… una frágil línea que entre los siglos XV y XVIII que ha podido documentar el profesor Javier Fernández Ortea, fueron juzgadas y procesadas por las autoridades de la época y que ha llegado hasta nuestros días en muchas de las poblaciones que conforman la Baja Alcarria de Guadalajara.