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Auto sacramental en honor de San Acacio

Utande-LoaDanzasSanAcacio02Utande. Domingo, 23

Si por algo es conocido el municipio de Utande, es por las fiestas celebradas en honor a su patrón, San Acacio, con sus danzas de paloteo tradicionales del siglo XIII.

Los danzantes visten con camisa y falsa blanca muy almidonadas y medias y calzado del mismo color, son de colores vivos solo en el pañuelo, que se lo colocan al uso de mandil o faja y las cintas multicolores, que penden desde los hombros a la cintura. Una banda de seda bordada les cruza el pecho de izquierda a derecha

Utande-LoaDanzasSanAcacio04Danzas en Utande/ Diputación Guadalajara

Las danzas se celebran en la plaza del pueblo, todas ellas son de paloteo y reciben el nombre de «Los peludillos». A continuación tiene lugar la representación de la Loa a San Acacio, Auto Sacramental donde el bien y el mal disputan sobre las cosas de los hombres, con el triunfo del primero. Su texto es ingenuo, casi infantil, con moraleja fácil para ser entendida por la plebe iletrada de la época. Los protagonistas son un niño que hace el papel de Ángel, que empuña su espada redentora y que cubre su cabeza con un llamativo tocado; una botarga que representa al diablo que viste de negro y empuña otra espada, esta vez ensangrentada y que cubre su rostro con una máscara demoníaca; un viejo cómico como maestro de ceremonias y un guitarrista.

Las danzas de Utande actualmente son siete independientes interpretadas todas ellas por ocho danzantes, antes sólo eran hombres, ahora también mujeres. Los cinco primeros bailes son de paloteo y los dos últimos se acompañan de castañuelas.

Según escribe José Ramón López de los Mozos, el número de danzantes es el mismo que en Valverde de los Arroyos, aunque varían en su forma de vestir que, en este caso consiste en camisa y falda blancas muy almidonadas, y medias y calzado a juego. Aragonés Subero indica que solamente son de colores el pañuelo que se colocan a mano de mandil o faja y las cintas que van desde los hombros hasta la cintura. Sobre el pecho, de izquierda a derecha, cruza una banda de seda bordada.

Efectúan sus danzas, todas de paloteo, en la plaza y son conocidos como los peludillos. Junto a los danzantes, interviene en la fiesta, a la hora de la representación de la Loa a san Acacio mártir, un grupo compuesto por un niño que encarna el papel de ángel, empuñando su espada flamígera, que cubre la cabeza con un llamativo tocado; un botarga que viste de negro y empuña una espada del mismo color, esta vez ensangrentada, que cubre su rostro con una máscara demoniaca -el propio diablo como clara representación del Mal-; un viejo o gracioso, portador del simbolismo de la Vida y la Muerte, y un guitarrista. La representación de este auto es, como en casi todos los casos que pueden estudiarse en la provincia de Guadalajara, una demostración del predominio del Bien. 

Esta fiesta está declarada como de interés turístico provincial.

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