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Encuestas electorales

Si prestamos atención al contenido del conjunto de encuestas que se publican estos días sobre el hipotético resultado en las elecciones del día 24 de mayo, una conclusión se impone: son cuatro los que juegan la partida  a nivel estatal, pero hay mucho pescado por vender. Más aún si se considera que las encuestas en unos casos proceden de parte, en otros la muestra es pequeña, y en muchas no se tiene cabalmente en cuenta el sistema electoral. Incluso en la teóricamente más solvente –la del C.I.S.–, nos hemos acostumbrado a creer que una vez elaborada ha pasado de nuevo por la cocina antes de ser servida. Eso, sin entrar en la teoría conspiranoica según la cual la mujer fuerte del Gobierno conspira contra la mujer fuerte del Partido. En fin, no creo.

Sucede, además, que las expectativas de los partidos emergentes son el dominio mismo de la provisionalidad: lo que hace sólo un trimestre parecía de una manera, resulta que ahora parece de otra muy diferente. ¡He ahí a Podemos!, que de ser primera fuerza teórica a primeros de año se desayuna ahora con titulares en los que se habla de desinfle, de desplome. Como no tengo datos, no tengo más remedio que fiarme de las sensaciones –mal criterio demoscópico, desde luego, pero muchas encuestas tampoco son para tirar cohetes–, y la sensación que tengo es que Podemos no crecía tanto cuando así se aseguraba –escrito en la prensa lo tengo– ni cae ahora tan estrepitosamente como se dice. Sencillamente, tiene una presencia rara y desleída en estas elecciones: rara porque en las elecciones locales no se presenta, o se presenta a medias; desleída, también, porque hasta hace unos pocos días (posteriormente, por tanto, al trabajo de campo de las encuestas) su líder no ha tenido una postura tan combativa como aquella a la que nos tenía acostumbrados, y ha atenuado considerablemente sus pensamientos y la forma de exponerlos.

En cuanto a Ciudadanos, lo esperado en comportamiento: nada de pactos hasta mejor momento, y expectativas algo infladas me parece. “Siempre se exagera, por lo que luego merma”, dice uno de mi pueblo; y si el voto contante y sonante del día 24 acredita una merma de dos o tres puntos, el destrozo ocasionado por el sistema electoral será más que notable: Ciudadanos traducirá sus expectativas en escaños en los grandes ayuntamientos (que al fin y al cabo son una única circunscripción con muchos candidatos a elegir) y en las comunidades autónomas en cuyas provincias  se elija un número importante de diputados. En el resto de los casos, está por ver. Además, C’s es un partido aún por hacer, y tal vez la campaña electoral ponga de manifiesto que había cierta burbuja en sus expectativas y demasiada condescendencia con respecto a algunas de sus propuestas. La campaña, de apenas medio mes, puede hacérsele larga a Arbert Rivera.

Dudas, pues, muchas. Por otra parte, se están dando por supuestos comportamientos que ya veremos si se materializan a la hora de la verdad. En la novedosa situación en la que nos encontramos, las elecciones andaluzas han sido las primarias de las primarias (autonómicas y locales). Ciudadanos, partido de centro–derecha, sólo dejará gobernar al PP, como regla general, en aquellos lugares en que sea la minoría mayoritaria, pues en otro caso su discurso –y sus expectativas– se vendrían abajo de cara a las generales. Y este criterio se aplicará también en Andalucía, me parece, aunque –por razones tácticas– no se materializará hasta después del día 24 de mayo. En cuanto a Podemos, Pablo Iglesias no ve llegar aquél día en que pueda hacer pasar de él este cáliz, que no es más que un inconveniente de cara a su estrategia para las generales.

Desde un punto meramente teórico, tres grandes incógnitas se me antojan: dos de ellas de ámbito general y una tercera aplicable al caso singularísimo de Castilla – La Mancha:

1ª.-Si en el conjunto del Estado, después de años de crisis, hay un desplazamiento o no del voto hacia la izquierda.

2ª.-En caso afirmativo, qué porcentaje de votantes de centro–izquierda elegirá a Ciudadanos como su opción preferida.

3ª.-Qué nivel de estragos ocasionará el sistema electoral de Castilla – La Mancha, resultado de la combinación de varios elementos únicos y que un mecanismo ineludible hará que tengan necesariamente un efecto perversamente reduplicativo: cinco circunscripciones provinciales, sólo 33 diputados a elegir (igual que en La Rioja, con el 15% de población y, sobre todo, con una única circunscripción electoral), irrupción de dos nuevas fuerzas políticas teóricamente con posibilidades de entrar en el parlamento regional, muchos restos que el método D’Hondt arrojará al cubo de la basura a la hora de asignar los escaños... El destrozo está asegurado (será interesante sumar los resultados de las cinco provincias de Castilla – La Mancha y ver qué número de diputados habría obtenido cada fuerza en el parlamento, por ejemplo, de La Rioja), pero falta por saber (aunque se puede imaginar) quién es el principal damnificado en función de quienes sean los partidos C y D a que me referí en mi anterior artículo (en este mismo periódico), y el porcentaje de voto que en definitiva obtengan.

Para terminar: dado el desistimiento táctico de Podemos en estas elecciones (sobre todo en las locales, pero también en esas autonómicas que gestiona “a medio gas”), hasta es posible que un partido de los mayoritarios gane en votos y pierda en escaños. Aún más –y esta consideración sí que es arriesgada–: si por efecto de la crisis, de la situación del mercado de trabajo, de la reducción de la capacidad adquisitiva, de la falta de credibilidad en las políticas gubernamentales, y del deterioro, en suma, del estado del bienestar, hay un desplazamiento sociológico hacia el centro –izquierda; pero a resultas de las elecciones autonómicas y locales el centro – derecha termina gobernando en la mayoría de los grandes ayuntamientos y de las comunidades autónomas –en parte por el desdibujamiento (creo que táctico, no estoy seguro) de Podemos, en parte porque Ciudadanos termine apoyando (tácita o expresamente) a candidatos del Partido Popular en las plazas más estratégicas–, el crecimiento de Podemos de cara a las elecciones generales será imparable por mucho que ahora se le considere desinflado.

Las burbujas ascendentes y descendentes probablemente no han terminado. Es una sensación, sólo eso: había cierta “burbuja” demoscópica con respecto a Podemos, pero puede que la haya también con respecto a Ciudadanos. Y me parece que el “voto flotante”, aquél que aún no ha encontrado un destino definitivo, aún oscilará. Y oscilará camino de las generales, de eso no hay muchas dudas, en función de lo que le satisfaga el resultado de las locales y autonómicas.

En fin: elucubraciones. Nada será igual, eso sí es seguro. Son tiempos diferentes, pero no está escrito en piedra que vayan a ser peores. Ya se verá.

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