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Los amigos brihuegos despidieron a Leguineche

leguineche-entierroFue en la iglesia de la Virgen de la Peña, el corazón de  los brihuegos, al lado del caserón de la escuela de Gramáticos del siglo XVI, en donde vivió desde finales de los ochenta cuando decidió parar de dar vueltas al mundo. Allí se le ofreció misa este sábado por la mañana a Manu Leguineche una celebración religiosa y el homenaje civil de sus vecinos. Se marcha el hombre, pero queda  el escritor y su obra, formada por 41 libros y miles de artículos escritos por el que fuera el maestro del reporterismo de guerra español.

"Adiós, Manu Leguineche", por JOSÉ GARCÍA DE LA TORRE

 La fachada casa de los Gramáticos en donde vivía Manu Leguineche da a una plaza que acabó recibiendo el nombre del escritor y tiene pocos vecinos. Como escribrió en su último libro “El club de los faltos de cariño” al entrar en la casa tienes de espaldas los dos ex conventos , que luego fueron cárceles. La España de los conventos y la cárceles. Y frente al jardín se balancean los plataneros  que “yo llamo Cartier-Bresson, en homenaje al fotógrafo francés que fue los ojos del siglo XX. Y a la derecha, la iglesia de la Virgen de la Peña, el corazón de los brihuegos”.

Y los brihuegos allí estuvieron, llenando los bancos de la iglesia de la virgen de la Peña, su ilustre vecina,  en la peor de las tareas y la que más le molestaba: la del homenaje propio. Pero él sabrá perdonarlos, pues motivos había, porque uno no se muere todos los días, aunque sea un gigante como Leguineche. El oficio religioso lo concelebraron los párrocos de Torija y Brihuega, y allí se rogó a la virgen que le acompañara en el camino que ahora ha emprendido. Y terminada la ceremonia, llegaron las sentidas palaras de los amigos. Desde lo más profundo del corazón salieron las de Sara Cortijo, una joven periodista que Leguineche se empeñó en que fuera periodista cuando ella todavía no había descubierto la llamada de la profesión; y ya sabemos lo persuasivo que era este Manu. “ Manu abría la puerta a todos, ya fueras ministro o camarero”, dijo Sara y lo dijo bien, porque así era Manu, no solo el jefe de la Tribu de los reporteros de guerra, sino un tipo siempre dispuesto a hacer un favor a amigos y conocidos a los que no sabía decir que no.  Y en cambio no era de los que le gustaba ponerse medallas, aunque le concedieron unas cuantas  –entre ellas las de Guadalajara y Castilla-La Mancha--, pero como apuntó  Sara quizás lo que nos encoje el corazón de sus amigos es que con él se marcha una época que no volverá. Y nada volverá a ser igual en esa casa rehabilitada por una princesa rumana y un aristócrata español que acabó comprando Leguineche para habitar en ella y hacerla suya.

Habló también un compañero de su generación de La Vanguardia, un periódico en el que publicó mucho Leguineche cuando comenzó a acudir a todas las guerras que se declaraban por el mundo, empezando por la de Vietnan, que le marcó mucho. “En Brihuega encontró espacios de paz y reflexión…Y sobrellevó la enfermedad con la elegancia de un genttleman”.Ciertamente

Rosa y Benigno, sus dos hermanos, ocuparon los primeros bancos de esta misa funeral a la que fundamentalmente acudieron sus amigos de Brihuega y Guadalajara. Los compañeros de profesión ya le habían despedido en la sacramental de San Isidro, y sus paisanos de Arrazua, lugar al que  parece que llevarán sus cenizas, tendrán ocasión de hacerlo el miércoles.

funeral manu-01

De los reporteros de la Tribu vimos a Diego Carcedo. El pintor Jesús Campoamor, uno de sus mejores amigos.  El presidente de la Asociaciòn de la Prensa de Guadalajara, Álvaro Rojo, llevó la representación de sus compañeros de Guadalajara a los que siempre que pudo hizo un favor. Raúl Conde y José García de la Torre estuvieron con él en una de sus últimas aventuras, editar una revista con contenidos provinciales. No pudo faltar la alcaldesa de Brihuega, Adela de la Terre, y algunos cargos públicos de Guadalajara: los senadores Porfirio Herrero  y Ana González, el ex alcalde de Guadalajara José María Bris, la expresidenta de la Diputación María Antonia Pérez León y la diputada Magdalena Valerio. Pero sobre todo  vecinos de esa Brihuega en la que Manu encontró la paz y el silencio. El dejó dicho : “El silencio es dios. Propongo, sin éxito, hacer de Brihuega, la capital dl silencio mundial. Con alguna pequeña corrección y la pausa por las fiestas en agosto, lo podríamos lograr. Es el Jardín de la Alcarria, pero también podría ser la capital mundial del silencio o Brihuega la calidad del silencio”.

Manu se fue, pero en el jardín de los Gramáticos no se hizo el silencio del todo. Cuando se celebraba su misa funeral un perro alborozado perseguía a un gato por las tapias de su jardín.               

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