El Parque Natural del Alto Tajo es una región demasiado grande como para recorrerlo en un fin de semana. De hecho, el Parque Natural abarca más de cien mil hectáreas y nos llevaría unas vacaciones de verano enteras en conocerlo al detalle. Por  ello, en reportajes  anteriores hemos seleccionados algunos recorridos pensando en escapadas de uno o dos días, propósito al que obedece la ruta que a continuación ofrecemos. En ella acotamos  el tramo que va desde el puente de San Pedro hasta el de Tagüenza, uno de los mejores de todo el Parque Natural.

El Alto Tajo tiene su puerta de entrada principal, para los que  acceden desde Guadalajara o Madrid, vía  Cifuentes, en el paraje conocido como Hundido de Armallones, al que se llega desde Ocentejo.

Huertapelayo

En un catálogo de excelencias,  el siguiente tramo de los considerados «imprescindibles», se halla a unos 5 kilómetros aguas arriba de la desembocadura del Ablanquejo en el Tajo, [punto en el que terminamos nuestra ruta por el Hundido], ya en dominios del antiguo término municipal de Huertapelayo.

Es éste un pequeño pueblo serrano, prácticamente deshabitado en invierno, que recobra el pulso con la llegada del buen tiempo y de los veraneantes. Su ubicación se halla  en las profundidades de un barranco, al abrigo de enormes cantiles de paredes verticales que lo resguardan del viento que sopla por el llano. La bajada es pronunciada y vemos en las laderas enormes pedruscos removidos por los seismos que han conformado este abrupto paraje. Un gran bloque de piedra cerraba el paso al camino, por lo que su día se practicó en él un enorme agujero, que lo bautizaron como túnel o arco del Portillo.

Llegados a Huertapelayo, tiene dos opciones. Hay una senda de corto recorrido, marcada con pintura amarilla y blanca, de apenas medio kilómetro, que nos lleva hasta la ribera del Tajo, después de atravesar pequeños huertecillos. Es un lugar tranquilo, frecuentado por pescadores, por donde el río discurre encajonado entre conglomerados de piedras calizas. El camino nos lleva una hora, entre ida y vuelta.

Para llegar hasta el puente de Tagüenza, hay que coger una pista que sale  en la entrada del pueblo, a la izquierda, al lado del punto de recogida de basura. Se puede circular por ella en  bicicleta de montaña o andando. La pista sube por el costado de la montaña, deja a la derecha el diminuto cementerio de Huertapelayo, y en lo más alto nos descubre un paisaje espectacular, con el río Tajo horadando el vientre del barranco, entre farallones de roca viva en los que habitan buitres enormes y otras aves rapaces como el alimoche, halcones peregrinos y cernícalos, búhos y águilas reales. 

A través del prismático o por el teleobjetivo de la cámara, divisamos, detrás de un estrechamiento del río, y casi tapado por una montonera de rocas, el puente de Tagüenza. Es ésta una sencilla construcción de un solo ojo, similar a otros puentes que promovió la Diputación de Guadalajara a principios del siglo XX. El puente de Tagüenza franqueaba el paso de los antiguos caminos que venían de Huertapelayo y Armallones, y seguían en dirección a la Riba de Saelices o al monasterio de Buenafuente. Por la ruta que proponemos  debemos andar un kilómetro por la pista y luego tomar una senda (ver dibujo), que baja hasta las inmediaciones del puente.

La segunda parte de la ruta requiere desandar el camino, retornar hasta Huertapelayo y salir a la carretera principal, que pasa por Zaorejas, un pueblo que tiene todo para el turista: hoteles, casas rurales  restaurantes y un centro de interpretación. Toca después bajar por la carretera que nos conducirá, de nuevo hasta el Tajo, en el paraje conocido como Puente de San Pedro. Un murete embalsa el agua del río, y al existir también una pequeña playita, es un lugar muy frecuentado por bañistas en el verano.

Hoz del Tajo

Como el objetivo es llegar hasta Buenafuente del Sistal, cruzamos el puente y seguimos por la carretera unos 200 metros hasta que veamos, a la izquierda, el acceso a una pista de tierra que indica Villar de Cobeta. El premio: descubrir  el meandro más perfecto del Tajo, que veremos desde la pista.  El camino de vuelta lo hacemos por Saelices de la Sal, para ver sus salinas artesanales, y desde allí seguiremos hasta Cifuentes.

SALIENDO DESDE GUADALAJARA,  el camino de ida lo haremos por Trillo, que circunvalamos en dirección Peralveche. Seguimos hasta Villanueva de Alcorón y tomamos luego la carretera de Zaorejas.El primer desvío a la izquierda nos dejará en Hurtapelayo. Para llegar al puente de San Pedro hay que retomar la carretera de Zaorejas.  La pista forestal que nos llevará hasta Villar de Cobeta está señalizada y aunque es de tierra, es transitable para turismos. Cuando llevamos poco más de un kilómetro detendremos el coche  para ver el meandro más grande del Tajo en un lugar donde el cauce del río da un giro de 360 grados. Desde Villar de Cobeta iremos a Buenafuente del Sistal y por una pista que se toma en la carretera de Ribarredonda, bajamos de nuevo hasta el cauce del Tajo. La pista tiene 6,5 kilómetros y el camino sólo es apto para 4x4 y senderistas. Hay tres fuentes y zonas de recreo, la última junto al Tajo. Otra alternativa es tomar la senda de  8,5 kilómetros, a la altura de la ermita de los Santos,  que termina en el puente de Tagüenza, pero en la margen derecha del tajo.

EL SABINAR

El entorno de Buenafuente reúne uno de los sabinares más tupidos de  España. También hay importantes núcleos de sabina albar en Tamajón y las estribaciones del macizo de Ayllón y en algunas zonas del Señorío de Molina. En un clima tan extremado como el que se manifiesta en las sierras y el páramo de Guadalajara, la sabina es un árbol providencial para detener la erosión de esos suelos, normalmente calizos, ya que es capaz de resistir temperaturas de hasta -25 grados. Es tan fuerte que soporta bien los incendios y las mutilaciones, aunque todo tiene un límite. En Castilla-La Mancha su madera, muy resistente, se utilizaba para viguería, armarios y ebanistería, pero ahora está prohibida su tala y sólo se autorizan labores de ramoneo. 

El problema está en su reproducción, que es lenta y difícil, a partir de excrementos que contienen frutos ingeridos por animales. Es un arbusto que resiste muy bien los intensos periodos de sequía de las épocas veraniegas. Es un arbusto clásico de aquellas zonas donde el bosque ha degenerado por la acción del hombre y la erosión (en el Ocejón la jara tomó el sitio del roble, sobreexplotado para hacer madera y carbón) y suele habitar en suelos pobres en materia orgánica donde el agua no humidifica la tierra. Desprende resina de ládano, de fuerte olor, pringosa  y muy inflamable. Se utiliza en perfumería para dar un toque de cuero al perfume y para fijarlo con otras esencias. Los lugareños la usaban para aliviar la tos.

El sabinar alterna con la jara, que tiene una flor muy vistosa por su gran tamaño (7 centímetros de diámetro) y por una serie de manchas oscuras que casi siempre existen sobre la base de los pétalos blancos. La corola está constituida por cinco pétalos blancos y el centro está formado por estambres amarillentos. Aunque por efecto de la resina, la jara inhibe el crecimiento de otras plantas a su lado, en el Ocejón podemos verla conviviendo con lavándulas (izquierda superior), con sabinas (derecha superior), o junto a vistosas genistas de color amarillo (inferior derecha).

La jara aparece en un medio sin enemigos y completo de minerales, proveniente de antiguos árboles quemados, hasta que logra su supremacía.

Más rutas de Santiago Barra: “Guadalajara íntima”, de Santiago Barra. Libro de 138 páginas y más de 200 fotografías en color. PVP: 10 euros + gastos de envío.  Recogida sin gastoss en nuestra redacción en el Centro de Nuevas Empresas. Avda. del Vado, 11. Guadalajara