En el Alto Sorbe el paisaje sigue siendo todavía invernal, así que comenzamos la ruta aguas abajo de la pletórica presa de Beleña, que almacena agua hasta casi su capacidad máxima.
El pueblo de Beleña está en un alto que se eleva sobre la Campiña, y en lo más alto de todo se enclava su castillo, que va a caer sobre una hondonada profunda por la que discurre el río Sorbe.
El castillo está hecho unos zorros y sólo conserva los restos de dos muros y una línea de muralla que continuaba pendiente abajo hasta el mismo cauce del río Sorbe. Ni Layna sabe cuando fue alzada la fortaleza, aunque supone que sería durante la dominación árabe pues no podía escaparse a los musulmanes la importancia de este lugar estratégico en el camino que por el valle del Sorbe bajaba de los puertos de la Sierra.
Al castillo se accede sin dificultad caminando desde el pueblo, y la subida es obligada por el majestuoso paisaje que desde allí podemos contemplar.
Hacia el norte, y con el Ocejón al fondo, negro como la pizarra, corta el horizonte la presa de Beleña, donde el Sorbe se ensancha para dar de beber a todo el Corredor del Henares. Este año no hay sequía y el pantano goza de un aspecto magnífico. El agua se esconde por debajo de unas grandes lajas de piedra caliza y en algunos lugares forma pozas de regular tamaño.
En el punto más estrecho del barranco, está el viejo puente sobre el Sorbe, de un solo ojo, que forma parte de un proyecto que acometió la Diputación en 1880, por el que se repararon o construyeron 24 puentes en los principales ríos de la provincia. En el Sorbe hay dos más, en Muriel y Peñahora. Muy cerca de aquél hay una zona de recreo, frecuentada por excursionistas en primavera y verano.
En Beleña de Sorbe es visita obligada su iglesia, de planta románica, que luce una espléndida galería porticada de siete arcos, más alto el central. Esta iglesia ocupa un lugar de honor en el recorrido por el románico rural de Guadalajara por la llamada Portada de los Meses, en donde en una de las tres arquivoltas de la puerta central están representadas, mediante relieves muy elaborados, las distintas faenas agrícolas que se llevaban a cabo durante los 12 meses del año en los campos de Castilla. Por un error del cantero, se cambió enero por diciembre.
En el interior hay una pila bautismal de piedra maciza, que debe ser también de época románica y en una protección de cristal apenas que la estructura de madera de otra imagen antiquísimas, que apareció durante unas obras de reconstrucción.
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