Tiene un nombre popular y simpático a más no poder: Pelagallinas. No sé si provendrá de que ese era el lugar donde las mujeres de su entorno desplumaban allí a las aves de corral antes de enviarlas al puchero, o si, tal vez, la toponimia pudiera venir porque sus aguas, tan límpidas como frías, bastaban por sí solas para atontar a las gallinas antes de recibir el mortal tajo. Es el Pelagallinas un arroyo que nace al norte de Guadalajara, en las cercanías de los Condemios, y que debido a su riqueza piscícola ha sido declarado Reserva Fluvial por la Junta de Comunidades. Un lugar cargado de encantos para el excursionista y el amante de la naturaleza. El Pelagallinas es tributario del Bornova, que en su primer trayecto pasa por Albendiego, un pueblo que alberga posiblemente a la mejor iglesia románica de la provincia. Por SANTIAGO BARRA