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Mesa redonda sobre el Viaje a la Alcarria

cela-museo-torijaMuseo del Viaje a la Alcarria en Torija.Antonio Herrera Casado, Paco García Marquina, Santiago Barra y Pedro Aguilar participaron ayer en una mesa redonda sobre Cela y la Alcarria celebrada en el castillo de Torija organizada por la UNED de Guadalajara.

 Como antesala a la mesa redonda que se desarrollaría durante la sesión vespertina en el castillo de Torija en torno a su libro estrella, los asistentes revivieron con la lectura de algunos extractos de Viaje a la Alcarria, en la voz de Enrique G. Jordá, el recorrido que Cela realizaría desde Guadalajara hasta Torija, pueblo que se vanagloria de ser el único que acoge un museo dedicado a un libro. Situado en la Torre del Homenaje de la fortificación, éste alberga a lo largo de tres plantas una colección de recuerdos personales que el escritor utilizó en su recorrido, entre los que destaca el facsímil de sus cuadernos de notas, así como otros tantos objetos cedidos por los lugareños y fotografías que ilustran el paso de Cela por la comarca.

El cronista provincial Antonio Herrera Casado abordaría su intervención desde un punto de vista novedoso como es el patrimonio artístico e histórico. Según Herrera Casado, a lo largo de los 18 lugares que visita, Cela se topará con 136 edificios o espacios urbanos, aunque solo mencionará en el libro 27; cifra que da cuenta del escaso interés del escritor por describir el patrimonio con el que se encuentra, y con el que lo hace, lo hará de manera superficial y en ocasiones con inexactitud.

El biógrafo Francisco García Marquina vino a constatar y desmentir con su intervención algunas de las incógnitas que aún hoy rodean al viaje del escritor. Lo haría casi de corrido, ofreciendo una respuesta clara y concisa a cada pregunta que formulaba. Así, desveló que el exotismo y el azar fueron las razones por las que Cela vino a La Alcarria a hacer su viaje. Éste lo realizaría en primera persona, la mayor parte a pie, otras veces en coche de línea. Estaría acompañado en ocasiones por dos fotógrafos, otras veces emprendería su camino en solitario. La realidad o ficción de sus personajes, poco importan, aunque destaca que al grupo de los de carne y hueso pertenece aún hoy Pepita Sánchez de Taracena, de 79 años, que actualmente vive en Tarragona. Fueron éstas algunas pinceladas con las que García Marquina acompañaría la revelación de las claves del éxito de la obra: se trata de un viaje, es un libro romántico, su texto no es nada intelectual, sino muy sensorial y es un libro escrito con mucha sencillez.

Precisamente esa sencillez es la que da vigencia al libro 70 años después de su creación, determinó el periodista Santiago Barra, a quien le tocó desmenuzar las aportaciones que se hicieron recíprocamente el autor y la comarca a sus propios devenires: Cela se consagró como autor; La Alcarria, por su parte, fue conocida en todo el mundo gracias a los 11 millones de ejemplares vendidos. Esta visión fue ampliada por el periodista y co-director del curso, Pedro Aguilar, quien indicó que Cela le debe a Guadalajara el escenario de una de sus mejores obras y la lealtad de su gente, que fue siempre fue muy generosa con él; mientras que Guadalajara le debe a Cela un libro que es un referente de la literatura universal, su ubicación en el mapa y el mejor recurso de promoción turística que pueda tener Guadalajara.


marquina-unedFrancisco García Marquina y Pedro Aguilar, ayer en el curso de la UNED sobre Cela./ Foto: UNED.Guadalajara, la tierra en la que Cela fue más feliz

Por la mañana arrancó la segunda sesión del Curso de Verano dedicado a Camilo José Cela con dos estudiosos y biógrafos de Cela: Francisco García Marquina y Tomás García Yebra.

Entrañable fue la intervención de Marquina, ante todo amigo, después estudioso y biógrafo de Camilo José Cela, un hombre, del que dijo, unió su nombre al de Guadalajara el día mismo en el que decidió emprender su particular viaje a La Alcarria un tal día como el 6 de junio de 1946. Una tierra en la que, aún sin saberlo, pero que confesaría más tarde, pasaría los años más felices de su vida, porque fue precisamente aquí donde se sucedieron algunos de los hitos más importantes de su experiencia vital: la concesión del Nobel, la boda con la que sería la mujer de su vida, Marina Castaño, el otorgamiento del título de marqués de Iria Flavia o la celebración de su 80º cumpleaños.

Fue su necesidad de huir de lo cotidiano y de su ilusión por conocer cosas nuevas las que empujaron al escritor a iniciar este viaje; un viaje con el que salvaría su dificultad por encontrar temas sobre los que escribir, el camino ya le ofrecería los argumentos necesarios; y satisfacer su necesidad de protagonismo. La elección del lugar fue más bien cosa del azar, o quizá se avenga a razones más propias de la necesidad de alimentación y la economía de gastos. Sea como fuere, Cela emprende un viaje que daría años más tarde su mejor libro de viajes y permitiría su consagración como escritor del siglo XXI.

La literatura de viajes, dijo García Marquina, permitió a Cela crear obras en las que el lector podía conocer los valores antropológicos y etnográficos de una España desparecida. A diferencia de la generación del 98, Cela si recorrería los terrenos y caminos por los que discurrió, extrayendo de ellos lo verdaderamente importante; escribiendo sobre ellos y sus gentes de una manera romántica; creando descripciones sensoriales al tiempo que practica la economía expresiva; haciendo, en definitiva, un difícil ejercicio de escribir con sencillez.

Adulaciones y reproches

Tras García Marquina, fue momento para profundizar en una de las facetas menos conocidas de Cela, aunque no por ello dignas de estudio y espacio en este Curso de Verano: la literatura epistolar. De desgranar la riqueza literaria adherida a la correspondencia del autor se encargaría el periodista y biógrafo Tomás García Yebra, quien realizó una brillante exposición sobre los rasgos que la definen: espontaneidad, ritmo, sencillez, ironía, elegancia… y que ejemplificó con una serie de lecturas que no hicieron más que escenificar la genialidad de Cela como remitente. A este género se le atribuyen, como poco, más de 90.000 cartas que se encuentran celosamente custodiadas en su Fundación.

Tras las alabanzas, hubo momento para el reproche póstumo. García Yebra recriminó a Cela hacer equivocados experimentos que vendrían a marcar el propio declive de su creación literaria, caracterizada en los últimos años por un lenguaje barroco, más propio de un escritor intelectual que de un escritor sensorial. A este despojamiento de la sencillez para enrolarse en el manierismo se unió el descrédito popular y la mala fama que Cela se granjeó en los últimos años con la puesta en escena de un personaje cada vez más histriónico y provocador, fruto de sus campañas de marketing -, y al que tampoco ayudaría, al parecer, Marina Castaño.

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