Ya etérea eres tú misma, en aguda
voz de aire y son sonando en tu garganta.
Ya la onda tiple de tu boca es tanta
que se afina a más leve, no a menuda.
La brisa es tan divina
que ríos de armonía los levanta
y hasta el cielo se inclina
a Caballé, que canta,
oyendo melodiosa voz que imanta.
El canto se desnuda
y alarga en notas que el sueño imagina
no tengan fin ni muda,
sino a espacio destina
rebosándolo todo que haya encima.
Y ya, así, tu romanza prolongada
-en presencia celeste- reanuda
el aria que a nosotros nos ayuda
a alzarnos hasta altura antes no hollada.
Juan Pablo Mañueco.
Guadalajara