¡Oh, don Pedro, don Rodrigo o don Julián!

 

 

¡OH, DON PEDRO, POBRE DON PEDRO, MARRUECOS TE ESPÍA, TÚ TE ECHAS EN BRAZOS DE TODOS LOS ENEMIGOS DE ESPAÑA Y A MÍ ME DA TANTA PENA!

 

 

Te desnudan, don Pedro, las conversaciones telefónicas

y ello quiere decir que sólo en el extranjero tu verdadero rostro conozcan;

aquí no, aquí sólo sabemos que corran

tus abrazos a abrazarse con quienes anoche te procuraban insomnio, susto, temor y sombras.

 

Pero luego te adentras más en la noche oscura y conformas

gobiernos ultraizquierdistas con herederos de asesinos o asesinos ellos mismos, que te votan

y sostienen como un pelele al que el rubor nunca le colora,

en cada cuestión de las Cortes con su sonrisa inquietante, deforme y redonda,

te votan cuanto te desprecian, con su sonrisa burlona.

 

¿Quién eres tú, don Pedro, pobre don Pedro sin ninguna norma?

En el extranjero lo sabrán, aquí sólo eres un túnel que miente por su boca

cada vez que en el hemiciclo o ante un micrófono hace parada y fonda.

 

Pero ahora

Marruecos te ha espiado, don Pedro, y parece que ya obran

en su poder suficientes infamias para que corras

a entregarles el Sáhara que lágrimas de arena llora,

¿y qué más sabe de ti, Marruecos, para que quieras darle el gas que no nos sobra?,

¿y para que vueles a postrarte en Rabat ante el sultán que dice ser descendiente directo de todos los Mahomas,

aunque sus ancestros provengan de un pequeño oasis desértico donde sólo las palmeras oran?

 

¡Oh, don Pedro, pobre don Pedro, Marruecos te espía y a mí me da tanta pena!

 

No sé si con tus mentiras conseguirás que España se rompa,

a lo mejor eres don Rodrigo tentándose las ropas,

un don Rodrigo vestido de don Pedro o de don Julián al que algunos extranjeros apoyan

mientras les sirvas de títere, mientras se agosta

la rosa

que fue pura, pero a la que se le marchan y marchitan las hojas.

 

También, internamente, te apoyan

todos y todas

los que a España la acosan,

declaradamente. Es algo que sí se conozca

pues lo afirman en cada discurso, hora tras hora,

y dan golpes de Estado a las claras, en fondo y forma,

hechos -que no verbos ni postureos- les avalan, pero tú les indultas, nos insultas con ello, y les perdonas,

ciscándote incluso en la Justicia y en las togas,

y luego buscas para gobernar a quienes quieren ver a España colgada de una soga...

 

¡No sé quién eres, don Pedro, por quien las campanas políticas doblan,

incluso muchas socialistas, gente de a pie y también barones que tú nombras,

desearían verte hacer otras cosas,

no jugar con el filo de la navaja a todas horas,

pero los barones callan, bajan la vista, cierran la boca

y no se ponen contra

ti, ya sabemos por qué: porque cobran

por no moverse y aplaudir al que sus cargos abona!

 

Pero en el extranjero no te informan

de nada, no invitan a tu persona,

no se fían de ti, no levantan sus copas

contigo, salvo los enemigos de España en cuyos brazos te arrojas.

 

¡Oh, don Pedro, pobre don Pedro, Marruecos te espía y a mí me da tanta pena!

 

Que los caminos de luna te guíen adonde brille tu extraña aurora.

 


Juan Pablo Mañueco

 

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