
Salmerón, Salmeroncillos,
uno arriba y otro abajo;
al norte va el río Tajo,
y al Guadiela por pasillos
van fundiendo sus hilillos
arroyos muy bocabajo.
Es lo propio de altibajo
que es la Alcarria: llano, valle
y, por en medio, una calle
de agua, buscando su atajo.
Salmerón, el de la Alcarria,
donde Guadalajara huye,
pues por aquí constituye
Cuenca su propia fanfarria
de tierras que a Alcarria fluye.
Salmerón, el de la Alcarria,
la plaza soportalada,
la iglesia de tanta alzada.
Luego la ermita del Puerto
nos habla de un tiempo yerto.
Olivares y encinares
por la serrezuela breve,
carrascales que remueve
la brisa de estos lugares,
olmos, robles y frutales.
Y tinajas vinateras,
agrícolas las maneras
de ser tierras naturales.
Las eremíticas cuevas
de los tiempos visigodos
que luego en diversos modos
tras reconquista cristiana
hablan lengua castellana
eremitas, cenobitas,
varones anacoretas,
féminas igual secretas.
Las paredes manuscritas
por salmeronenses citas,
Y el paisaje alcarreño
frondosamente risueño.
Mascaritas con sombrero
de trajes multicolores
herencia de tus mayores
por entre el tiempo viajero,
con aires carnavalescos
según se viene febrero
por pasajes pintorescos
entre lana de cordero.
¡Estas viejas con toquilla
en las tierras de Castilla!
Las Mascaritas tan blancas
provistas de grandes trancas
que regalan caramelos
cayéndose al fin a suelos
después de volar al aire
lanzados con gran donaire
hasta arribar a los cielos.
Las nucas cubren pañuelos.
Salmerón salmeronense,
te saluda tu amanuense.
Juan Pablo Mañueco