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Eran otros tiempos

 

En la historia de la humanidad el año 2020 será recordado como el de la gran catástrofe. Nunca nuestro universo había conocido una situación como esta. Nuestro hermoso planeta azul en sus cinco continentes se ha cubierto con una placa gris de duelo, a causa de “algo” invisible, pero que ataca a la humanidad con una agresividad nunca vista, el coronavirus.

Por esta terrible pandemia el universo entero se ha paralizado. Lo que no consiguieron las guerras, ni los fenómenos naturales, lo ha conseguido este virus maldito. Por vez primera en todo el mundo, se han cerrado industrias, comercios, colegios, universidades, iglesias…Se han suspendido los actos multitudinarios, como las procesiones de Semana Santa, la visita de los musulmanes a La Meca, los eventos deportivos, los espectáculos musicales… Se han cerrado las playas… y se han confinado en sus casas a cientos de millones de personas, obligados a hacer de nuestras libertades un uso limitado y cuando se ha abierto un poco más este régimen , los humanos hemos salido y tenemos que salir a la calle provistos de mascarillas , lo que nos da un aspecto uniformado de neutralidad e igualdad.

Por desgracia no salimos más fuertes, salimos derrotados con las miles de personas que han quedado y seguirán quedando en el camino, con la crisis económica que se avecina y que traerá pobreza y con ello penuria y dolor.

 

¡Y qué pena da ver a los niños!, que han perdido una parte de su niñez, sin saber cómo será para ellos el futuro, con los colegios cerrados, sin la cercanía de sus amigos y de sus juegos, con las mascarillas en sus rostros, en los que destacan sus ojos, abiertos como interrogándonos sobre algo que ellos no acaban de entender. Y a las personas vulnerables, mayores de 70 años, entre los que me encuentro, que salimos a la calle en silencio, sin saber dónde nos van a conducir nuestros pasos y con una esperanza cada vez más limitada de llegar a una nueva normalidad anunciada pero sin saber cómo será.

Ni los grandes oráculos de la historia, anunciaban esta situación en un mundo que buscaba ser feliz y que se ha encontrado de la noche a la mañana, con el coronavirus, con este mal sueño, con esta pesadilla, que es una realidad, que continuará cuando despertemos.

La tristeza ha invadido la tierra, han muerto cerca de 500.000 personas, con casi 8 millones de contagiados y el virus, como un terrorista invisible sigue dando cuchilladas indiscriminadamente a diestro y siniestro, sin que la humanidad haya encontrado las armas que lo neutralice.

Cuando todo esto acabe, es difícil que la sociedad vuelva a ser como antes. Aquellos diremos y dirán nuestros hijos y nietos, eran otros tiempos, todo será distinto, por desgracia o por suerte el futuro dirá. No sabemos y esa será la gran pregunta que nos hagamos, si la sociedad que hemos conocido hasta ahora desaparecerá.

Porque este es un virus que ataca el cuerpo y el alma, que quiere destrozar la relación afectiva humana. Nunca había habido un hecho triste que en lugar de unir, separe y eso lo está consiguiendo el coronavirus, que los padres no puedan abrazar a los hijos, ni los abuelos a los nietos , que a los amigos se les salude con prudencia y al menos a metro y medio de distancia.

La tristeza aumenta con los que han muerto en la soledad, sin una mano amiga, ni una palabra que les dijera el último adiós, enterrados casi en la clandestinidad.

Por desgracia no salimos más fuertes, salimos derrotados con las miles de personas que han quedado y seguirán quedando en el camino, con la crisis económica que se avecina y que traerá pobreza y con ello penuria y dolor.

Todo el planeta tierra se ha cubierto con la túnica gris del desencanto. Eran otros tiempos, dirán nuestros hijos y nuestros nietos al referirse al pasado y al mirar hacia atrás añoraremos lo sencillo de la vida, el afecto a la familia, las charlas con los amigos, el ir al cine, al teatro, al futbol, a viajar… Eran otro tiempos dirán, mientras la humanidad espera que la ciencia, la investigación, consiga las armas necesarias para vencer a este virus y poder continuar la vida sin la pesadilla de este tiempo pasado.

José Maria Bris Gallego.

23 de junio de 2020  

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