La pasión según Santa Teresa

 

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo siempre ha constituido la esencia del Kerigma Cristiano desde la primera  catequesis de la comunidad cristiana. La arte cristiano durante siglos se ha centrado de forma prioritaria en  las representaciones de la pasión  y crucifixión de Jesucristo, lo que siempre según San Pablo ha sido un  escándalo para algunas falsas religiones fundamentadas  en la violencia, o locura para los intelectuales que han visto en la Cruz una  necedad, basta con leer las  blasfemas de los padres de la sospecha potmoderna y nihilista contra  Jesucristo y éste crucificado.

Santa Teresa fue una fiel devota  de la Pasión de Cristo, especialmente  en algunos de sus momentos más  sentidos,  por dolorosos: la flagelación (ECCE HOMO), la oración en Getsemaní  (Huerto de los olivos)  el Vía Crucis y la Crucifixión

La espiritualidad teresiana es radicalmente Cristocéntrica, aun cuando en algunos momentos de su vida espiritual  y por influencias de algunos directores espirituales  con pocas luces, y mediocres teólogos con nulas letras,  cometió el error, que tanto lamentó, de prescindir de la Humanidad  de Cristo, así afirma:  “¡Oh Señor de mi alma, y Bien mío Jesucristo Crucificado!  No me acuerdo vez de esta opinión que tuve, que no me dé pena, y me parece que hice una gran traición, aunque con ignorancia (…) ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mí pensamiento un una hora que Vos me habíais de impedir mayor  bien?

Fue uno de los momento más terribles de la Pasión, un ECCE HOMO, el que provocó su  entrega  a vivir los consejos evangélicos con total  generosidad, porque,  como nos dice en   (Vida: 9):andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía”;  en este estado de desorientación espiritual  es cuando se produce el hecho que describe así: “acaeciome que, entrando un día  en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar (…) Era de Cristo muy llagado y tan devota que en mirándola, toda me turbó de verla tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo  mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrójeme cabe  ÉL con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle (Vida, 9)

La agonía de Jesús en el Monte de los Olivos, ero uno de los pasos de la Pasión de Jesucristo en el que con más fervor y provecho  detenía a meditar, así afirma: “En Especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle; pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido; si podía;  deseaba limpiarle aquel penoso sudor, más acuérdome que jamás osaba determinarme (…) Muchos años las más de la noches, antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración  del Huerto, aún desde que no era monja  (  Vida,9)

Tenía gran devoción  al paso de la Pasión en el que Jesús carga con la Cruz Camino del Calvario, devoción que se la inculcó su propio padre,  a quien dice cuando se hallaba en el lecho del dolor próximo a morir: “díjele ( a mi padre) que pues era tan devoto de cuando el Señor llevaba la cruz a cuestas, que pensase en su Majestad ( Jesucristo) que le quería dar a sentir algo de lo que Él pasado en aquel dolor” (Vida, 7-16)

Su amor  hacia la Pasión y muerte en la Cruz de Jesucristo  no sólo lo trata en las grande obras en prosa   Vida,  Camino  de Perfección, sino que componía poemas para el ciclo de Navidad,  y de  Semana Santa que celebraba con gran fervor, son  tema de algunos versos,  en los que la Santa nos deja su profunda espiritualidad: el triunfo de la Cruz/ es la muerte del Crucificado/ que se ofrece a morir en la cruz/ para darnos a todos la luz/

Celebraba con especial  devoción la Semana Santa, especialmente el Domingo de Ramos, como lo confirma el testimonio de que durante más de  treinta años comulgaba ese día. La meditación en la Pasión, Muerte  y Resurrección de Cristo fue una constante  que nunca dejó  hasta su muerte.

Fidel García Martínez

Doctor Filología Románica, Catedrático Lengua Literatura

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