Este sábado tuvo lugar la popular Romería de San Isidro, en la que se bendicen los campos trillanos. La tradición manda acudir en romería a la Ermita Virgen del Campo el sábado más próximo al día 15 de mayo, y su celebración se pierde en la noche de los tiempos, con la lógica variación de la modernidad.
Antes, el alegre peregrinar salía del mismo corazón del pueblo. Los trillanos, enfilaban el camino de la fuente de la Pililla, en dirección a la Ermita, andando. Llevaban las viandas, mantas a cuadros y enseres para la comida a lomos de las borriquillas y mulas que también subían hasta el lugar en San Isidro. Hoy, algunos mantienen la tradición de subir a pie, pero son muchos los que lo hacen en coche. Lo que no ha cambiado es la alegría del día campero que Trillo comparte a la sombra de las encinas.
En una mañana soleada, y cerca de 20 grados al filo de las 12:30 horas de la mañana, comenzaba la Misa, oficiada como siempre desde hace 31 años, por Santiago Jiménez. Cerca de quinientas personas se llegaron hasta el paraje. La Misa en honor a San Isidro se celebró en el interior de la Ermita, ya completamente restaurada. Concluida la ceremonia, los fieles salieron en procesión en las inmediaciones del edificio con las imágenes de San Isidro y Santa Maria de la Cabeza en andas. Compartiendo su protagonismo, los trillanos sacaron la imagen de la Virgen del Campo, que una vez más salía acompañando a los santos del día, esta vez con su manto verde. En mitad del recorrido, la marcha hizo un alto en el camino para que el cura bendijera los campos. Antaño, en costumbre ahora desaparecida, los niños trillanos hacían cuatro cruces de cera que enterraban en los puntos cardinales, para que la bendición llegara por igual al término de Trillo. Las lluvias de marzo y abril mostraban el paisaje verde y florecido por donde quiera que se mirase y un viento, que cuando se movía era fresco, cargado del olor dulce del polen.
La celebración religiosa terminó con la subasta de las andas de las imágenes para entrarlas de nuevo a la Ermita, la reja de San Isidro, la botija que lleva Santa María de la Cabeza y su rosario, y unas rosquillas que se colocan entrelazadas a las estatuas de San Isidro y Santa María de la Cabeza. Muchos de los fieles que acudieron compartieron después mesa y mantel en la comida en la explanada de la Ermita. La Hermandad de Labradores cedió el pan y el vino a todos aquellos que se quedaron a comer en el lugar, a la sombra de las chaparras.
