La ideología tremendista de los laicistas ateos, es decir, la de aquellos que no quieren admitir que el fin de la historia no depende de los hombres ni de su afán de destrucción, sino de la Providencia Divina que dirige los acontecimientos humanos y cósmicos, según el Alfa y Omega y señor de la Historia, Jesucristo Muerte y Resucitado, fundamento indestructible del Kerigma salvífico, cada poco tiempo juegan a agoreros futuristas proclamando que el mundo está en fase de destrucción total.
Después del famoso fracaso que pregonaba el fin del mundo al final del segundo milenio y principios del tercero, como el de aquellos que ponían fecha de caducidad al Mundo en el ya fenecido 12 del 12 del 2012. Ahora el Stephen Hawking más modesto o menos seguro ha afirmado que la tan alabada inteligencia artificial, un cajón de sastre en el que puede caber todo, podría suponer el fin de la humanidad, porque los humanos inventores con inteligencia, que Dios les ha dado, de la inteligencia artificial, robots y toda una serie de complicados organismos tecnológicos, no podrían controlar sus propios inventos que acabarían con sus mismos inventores. Esto lo comunica un científico que solo puede transmitirlo con la ayuda de complicados computadoras que le permiten entre otras cosas hablar y escribir más rápido que la hacía antes.
La mentalidad apocalíptica y destructiva, nada que ver con la apocalíptica bíblica, que transmite los designios de misericordia y amor de Dios sobre la criatura creada a su imagen y semejanza, es un recurso de Hollywood para ganar mucho dinero asustando más al personal. Cuando Hollywood carece de creatividad y frescura se inventan films por los que pululan los más espantosos y terroríficos monstruos, aunque los humanos son más devastadores y aniquiladores.
Sin duda alguna el fin del mundo es más un misterio que un enigma que se pueda resolver con complicados paradigmas físico-matemáticos, ninguno de los cuales parece haber tenido éxito hasta ahora. El fin del mundo según los libros del Nuevo Testamento, está unido a la gran tribulación y a las grandes pruebas, como nunca se han visto, porque según el Evangelio: “Y los hombres se aterrorizarán mientras esperan lo que debe llagar a todo el Universo; pues las fuerzas de los cielos serán sacudidas (…) Y entonces verán al Hijo del Hombre sobre una nube con gran poder y majestad”. Aquí nada se habla del tiempo en que sucederán estos acontecimientos. Sí se puede observar una guerra claramente impía contra la Iglesia Católica en todos sus componentes esenciales: dogma, moral y disciplina nada nueva. Ya Santa Teresa en cuyo V Centenario de su nacimiento estamos escribía que sus tiempos eran recios y na faltaban –dice- los que quieren volver a crucificar a Cristo y poner su Iglesia por los suelos, destruyendo templos profanando el Santísimo Sacramento con prácticas satánicas.
La terrible presencia del Anticristo ha sido tema de las más terroríficas supersticiones; algunos la han visto encarnadas en los “nerones” de todos los tiempos o en los sistemas políticos e ideológicos promotores del ateísmo y del Odio a Dios. La realidad sobre el fin del mundo es desconocida para todos los hombres de todos los tiempos, como expresamente lo afirma Jesucristo: ESE DÍA NO LO CONOCE NADIE, INCLUSO LO IGNORAN LOS ÁNGELES DEL CIELO”.
El papa emérito, o mejor el P. Ratzinger, como le gusta llamarse a sí mismo, y que así lo llamen, hablando del Fin del mundo comentando el dicho de Jesucristo: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” escribe: Los elementos cósmicos pasan, la palabra de Jesús es el verdadero firmamento baja el que el hombre puede estar y permanecer. Las palabras de Jesús nada tienen que ver con la adivinación, la futurología, las visiones catastrofistas
Fidel García Martínez
Catedrático Lengua y Literatura. Doctor Filología Románica.
