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Santa Teresa en su centenario

 

 

Con la festividad litúrgica de Santa Teresa, hoy 15 de octubre se puede dar por abierto el V centenario de su nacimiento ,15 de marzo de 1515. Escribir sobre la autora  que mejor lo ha hecho en la lengua de Cervantes, como ya reconoció fray, Luis de León cuando afirmaba: dudo que en la escritura castellana haya alguna que se la pueda comparar  con la de la Madre Teres , no es tan fácil como pudiera parecer, por su rica y plural personalidad. 

La imagen popular y más conocida de la doctora de la Iglesia es representarla como escritora con su birrete doctoral, con  pluma en  mano movida e inspirada por el Espíritu Santo simbolizado en  Paloma majestuosa,  o como la esculpe Bernini en  arrobamiento y traspasado su corazón por un dardo de fuego manipulado por un serafín, como lo describe ella misma en su maravillosa autobiografía LIBRO DE LA VIDA,  en donde cuenta su afición a la lectura  y especialmente vidas de santos y los libros de caballerías, que leía a escondidas de su padre  gastando muchas horas del día y de la noche, libros que tanta resonancias tienen en sus otros escritos como son Las Moradas o el Camino de perfección.

Santa Teresa   vive en tiempo recios de reforma y contrarreforma de la Iglesia, son tiempo de herejías que ella sin más identifica con la luterana.  Tiempos en lo que se está fraguando la grandeza de España, con la unidad nacional recién reconquistada en Granada y con los reinados de Carlos V y, sobre todo de Felipe II, en cuyos territorios nunca se ponía el sol y con quien la  Santa se carteó suplicándole ayuda para su Reforma; tiempos de la aventura conquistadora y evangelizadora de la América recién descubierta por Colón y a donde emigraron sus hermanos en busca del dorado seductor e imaginado.

 Tiempos recios para las mujeres marginadas y sin voz ni voto en la Iglesia, contra lo que lucha  fundando espacios de amor y libertad, los palomarcicos, como ella llamaba a sus conventos de carmelitas descalzas. Con frecuencia se queja a  Jesucristo, a quien llama esposo que tanto defendió a la mujer cuando vivió en Galilea, Samaría y Judea, contra una interpretación antifemenina de la Palabra de Dios, de lo postergadas que están las mujeres también en su tiempo. Ella misma fue investigada por la Inquisición y perseguida por autoridades eclesiásticas como la aquel nuncio del Papa que la descalificaba  como fémina inquieta y andariega.  El libro de las Fundaciones, una aventura a la divino, es sobre todo un retablo de la España de su tiempo, aparecen toda clase de personajes el alto clero y la alta nobleza, como la famosa Princesa de Évoli,  a la que paró los pies y sus pretensiones de manipulación del  espíritu de la Reforma; arrieros, estudiantes, pícaros y falsos místicos, teólogos y predicadores famosos  jesuitas, dominicos, agustinos, franciscano de los que recaba su sabiduría como buena hija de la Iglesia, a la que quería servir y de la que estaba orgullosa pertenecer.  Datado de un gracejo y una ironía maravillosa se quejaba ante el pintor Juan de la Miseria, que la había retratado fea y legañosa, cuando pese los años y enfermedades aún conservaba signos de su gran belleza juvenil  que mimaba con galas y perfumes.

En su amplio epistalario, del que mucho se ha perdido, nos informe de la vida de la España de su tiempo: educación, problemas familiares de hermanos y cuñadas, operaciones económicas, formas de propiedad y arrendamientos, peleas legales por la propiedad de la terrenos,  astucia femenina para  no comprometer a sus buenos amigos, como el gran Padre Gracián del que estaba prendada  por su sabiduría, o  San Juan de la Cruz al que llamaba mi senequita y describía  con humor como medio fraile por su baja estatura. Con una ironía comprensiva reprochaba a Juan de la Miseria, un pintor mediocre,  que   habiendo sido de gran belleza en su juventud según era opinión común en su Ávila natal, ahora en su madurez le reprochaba: Dios te perdone Fray Juan, porque me has pintado fea y legañosa. Cuando alguna monja se le quejaba de sus trabajos humildes y oscuros, la Madre Teres la consolaba diciendo , alegre esa cara hermana  porque también entre los pucheros anda Dios. Sus últimas palabras después de gastar su vida entre luchas y sufrimientos,  son el mejor testimonio de su lo que fue su vida un continuo servicio a la Iglesia de la que moría como hija.

Fidel García Martínez.-  Gijón

Doctor Filosofía y Letras (investigador de la Obra de San Juan y Santa Teresa  tesis doctoral y tesis de licenciatura), Catedrático Lengua Literatura, Licenciado en Ciencias Eclesiásticas)

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