Obituario: Pedro Sopeña, un ganadero imprescindible en la tauromaquia alcarreña

Se nos ha ido Pedro Sopeña. Se nos ha ido una parte imprescindible en la historia de la tauromaquia en nuestra provincia. Se nos ha ido un referente a los que tenemos como modelo de vida la pasión por nuestro trabajo, sea lo que sea lo que hagamos, pero siempre con dedicación y esfuerzo.

Pedro, padre, tío, hermano, D. Pedro, Pedro Sopeña, y para los papeles importantes, D. Santos Pedro Sopeña Zurita.

Para cualquiera de los alcarreños aficionados al mundo del toro, huelga decir que Pedro Sopeña era el ganadero que más años y experiencia atesoró en la cría de ganado bravo en la provincia, y me atrevería a decir que, se pueden contar con los dedos de una mano, los que a nivel nacional, pueden presumir de su larguísima trayectoria en la difícil, y a la vez envidiable, tarea de criar ganado de lidia.

brihuega-encierroEncierro Brihuega de 2015, el último que hizo Sopeña/ Guadalajara Diario.A Pedro Sopeña le salieron los dientes encima del caballo cuando en compañía de su padre y su hermano pastoreaba al ganado bravo. Supo de aquellos románticos años en los que el toro se corría por el campo sin más humo que el de algún puro, ni más ruido que el de los gritos de los mozos a la carrera y los cencerros de los mansos. Años de encierros a base de pierna y alpargata. Años en que los tratos de ganado se hacían de palabra y se firmaban con un apretón de manos, que, para la gente de bien, vale mucho más que cualquier papel.

Los aficionados guadalajareños que ya peinan canas, o los que no podemos peinarlas, en materia de toros en el campo, en las calles o en la plaza, siempre hemos asociado este tipo de festejos en nuestra provincia al apellido Sopeña, y detrás de éste, siempre hemos visto a un hombre como suele decirse “bien plantao”, con los surcos del viento y el sol en la cara y unas manos encallecidas por la rienda y la garrocha. Un hombre de trato afable, sincero y cercano, sin componendas, de frente. Un ganadero que con un gran equipo humano, una cuidada cuadra de caballos y sus magníficas paradas de bueyes nos ha deleitado con encierros magistrales a todo lo largo y ancho de la geografía provincial. Con bueyes como Campanero, Caminante, Arriero o Escapulario, y a lomos de un castaño cruzado de nombre “Espartero”, recorrió miles de kilómetros repartiendo emoción, bravura, casta y señorío en aquella Guadalajara en la que los dos camiones más famosos eran el de la gaseosa “La Horchana” y el de “Ganados Sopeña”.

Hace pocos años, al cumplir 80, D. Pedro pasó las riendas de la ganadería a su hija Sandra, aun así siguió levantándose temprano todos los días para ir al campo, incluso, en alguna ocasión aparejaba el caballo y se iba a apartar unas vacas o unos lotes de cubrición. Y desde vigilar la comida de las reses hasta repasar el estado de los cencerros de los bueyes siempre encontró algo que hacer en el campo. No se perdía un tentadero. No entendió de vacaciones ni de retiro, ni de la vida alejada del campo y el toro. Conservaba ese ojo experto a la hora de mirar el ganado, ese ojo que le permitía adelantarse a los improvisados movimientos o comportamientos de una res en un en lote o un apartado. O el difícil arte de vislumbrar el futuro comportamiento del astado en la plaza.

Setenta años atesorando experiencia a lomos de un caballo son muchos años y si estos se hacen con pasión, un profundo respeto por el toro, amor por el trabajo bien hecho, sin entender otra manera de vivir, y dedicar la vida entera al ganado bravo, éste, al final te la devuelve con creces.

En el mundo de la Fiesta nos hemos mal acostumbrado a llamar “maestro” solo a aquel que coge una muleta y un estoque. Yo creo que los verdaderos maestros son los que pueden enseñar mucho y bueno en cualquiera de sus parcelas, y Pedro Sopeña, para mí, para muchos, fue un maestro de la vida. Un maestro de esta preciosa vocación que es la de ganadero de la bravura, una vocación que, ni más ni menos, es la responsable del origen y el centro de nuestra querida Fiesta Nacional, el toro de lidia.

Sirvan estas modestas líneas para acompañar en el profundo dolor a sus familiares y amigos, y en especial a su hija Sandra, a la que deseamos mucha suerte en la lidia de este difícil trance.

Maestro, descanse en paz, allá donde ya recorres verdes dehesas de arroyos claros a los lomos de tu querido “Espartero”. Puerta.

Fernando Toquero.

Laredo, 21 de julio de 2016

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