notification icon

Recibe alertas de lo último en Guadalajara

✓Totalmente GRATIS
✓Sin registrarte
✓Date de baja en cualquier momento

Ruta: las Hoces del Dulce, de Aragosa a Pelegrina

RioDulce

El río Dulce nace en sierra Ministra, en los montes que se vertebran en torno al sistema Ibérico, en el extremo nororiental de la provincia de Guadalajara. En su cabecera discurre por valles amplios de yesos y arcillas, y piedras blandas, fáciles de moldear, hasta que su cauce se estrecha, a partir de Jodra del Pinar, al entrar en contacto con materiales duros y compactos, resistentes a la erosión. Esto provoca que el Dulce empiece a escarbar en su lecho y a horadar en la roca, lo que con el devenir del tiempo ha dado lugar a un barranco de considerables proporciones en el que se van sucediendo las hoces discontinuas y los farallones durante los 16 kilómetros que separan Pelegrina de Aragosa.

CascadaDulceEl tramo más espectacular del río Dulce se encuentra entre el barranco del Gollorio y La Cabrera. Al barranco se puede acceder directamente desde la carretera que va desde Torremocha a Sigüenza, por un sendero que hay cerca del mirador dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente. El conocido naturalista español rodó allí buena parte de sus documentales para televisión y un monolito sirve de recuerdo y homenaje a quien fue el primer divulgador de la fauna ibérica en unos tiempos donde la naturaleza no estaba de moda y gozaba de escasa protección. Hoy las cosas han empezado a cambiar y estas hoces por las que vimos volar al águila, el buitre o el azor, y estas aguas en las que se lanza de cabeza el martín-pescador para atrapar pequeños peces, están ya legalmente protegidas, son Parque Natural,  asegurandose el mantenimiento de su hábitat y conservación.

El mirador de Rodríguez de la Fuente es un lugar inmejorable para ver el comienzo del barranco del Dulce a vista de pájaro. Se encuentra situado en el borde de un murallón cortado a cuchillo, desde el que apenas se divisa el curso del río, tapado por la vegetación de ribera. En los agujeros, grietas y salientes de la roca viva, podemos atisbar los nidos del buitre leonado, cuya presencia se delata por los excrementos blanquecinos que deja en la pared.

En esta zona del Dulce se pueden encontrar numerosas aves ruipícolas, además del buitre, el alimoche, el águila real y la perdicera, el halcón peregrino y el búho real. Son fáciles de ver los córvidos, a los que el doctor Rodríguez de la Fuente les dedicó varios programas, y más esquivos son el gato montés, el zorro o la nutria, especie esta última que se encuentra en recuperación en toda la provincia.

El sendero que va junto al lecho del río es fácil y agradable de recorrer. El encajonamiento al que es sometido al Dulce por los altos murallones que lo flanquean, crea un microclima especial. Los vientos que soplan fuerte por la planicie no penetran en el barranco y el paseo, especialmente los días de sol, es sumamente placentero.

TainasDulceEl cañón se abre al llegar al pueblo de Pelegrina donde los álamos cubren el llano. Llama la atención las taínas del ganado que se encuentran adheridas a las paredes de los murallones, que casi no desentonan porque parecen formar parte del paisaje. Testigos de un modo de ganarse la vida, la cría de ovejas y cabras, en regresión en nuestra provincia desde que los pastores entraron en edad de jubilación. Para paliar la falta de vocaciones, en la capital se organizan cursillos a los que acuden inmigrantes y jovenes informáticos desencantados con la vida urbana.

En Pelegrina, el Dulce traza una hoz perfecta que se puede admirar subiendo al casco urbano, cuyas construcciones se asoman al barranco y se convierten en agradecidos miradores naturales.

Pelegrina, un pueblo que el rey Alfonso VII concedió en señorío a los obispos de Sigüenza, tiene una coqueta y diminuta iglesia románica, del siglo XII, en la que destaca su ábside semicircular y la portada abocinada con arquivoltas que se apoya en una colección de capiteles desgastados. En el interior, de una sola nave, es digno de ver su artesonado policromado, de estilo mudéjar, y el retablo mayor que se atribuye a Martín de Vandona, un gran artista que dejó abundante huella en la vecina Sigüenza.

PelegrinaSubiendo la cuesta llegaremos hasta las ruinas del castillo, fortificado en torno a una gran roca, aunque pierde enteros a medida que podemos observar la envergadura de sus heridas en muros y torreones. Me quedo con la esbelta silueta del castillo que nos guió desde el sendero del río y me sigo preguntando si no habrá alguna forma humana para evitar que, algún día, las piedras que quedan no terminen rodando cuesta abajo. Por ahora, no se ha encontrado. La propiedad del castillo es de un particular, que lo compró en subasta al Ministerio de Hacienda, con el compromiso de rehabilitarlo. Nunca hizo nada con él, ni la administración se lo ha exigido.

Para continuar la ruta hasta La Cabrera nos separamos del cauce del río, que dejamos a nuestra izquierda, para continuar por una pista que atraviesa una amplia vega, de casi un kilómetro de ancho, dedicada al girasol y al cereal.

Durante unos tres kilómetros el barranco desaparece, y nos encontraremos a nuestra derecha un monte que en las cercanías de Pelegrina está deforestado, por la sobreexplotación practicada hace años, aunque a medida que nos vamos alejando del pueblo se torna en una tupida masa de sabinas y quejigos. A mitad del valle pasaremos por las ruinas de la Casa del Prado, un edificio que todavía denota un pasado de importancia, momento a partir del cual el valle comienza a estrecharse y a recuperar su imagen angosta y salvaje.  El río hay que vadearlo, cruzando por unas piedras nada más terminar la pista, e incorporados de nuevo al camino, llegamos a La Cabrera.

LaCabreraEn el pueblo es difícil encontrarse con habitantes, salvo que sea fin de semana o temporada estival. En sus calles se respira soledad, quietud y belleza. La Cabrera tiene un caserío diminuto, pero está impregnado del atractivo de las cosas pequeñas y bien cuidadas. El puente es minúsculo, la iglesia románica una miniatura y el frontón de plaza parece de liliputienses. Pero todo es hermoso, lindo y bien dispuesto. Como el río, que en las inmediaciones del puente exhibe una lámina de plantas acuáticas que tapizan en verde su cauce.

Cruzamos lentamente el puente, rellenamos la cantimplora en una sencilla fuente de piedra y a continuación tomaremos la senda que recorre la margen derecha del río.

El último tramo del barranco del río Dulce discurre entre La Cabrera y Aragosa y es el más largo de los tres. Vuelven las hoces, los cortados y murallones, aunque los pasos no son tan estrechos y angostos como los que dejamos atrás al comenzar la ruta junto al mirador de Rodríguez de la Fuente.

La zona, sin embargo, nos ofrece vegetación abundante, otra vez los quejigos, enebros, sabinas y encinares, y algunos claros en el bosque propicios para el recreo, la comida campestre y el relajo general. A menos de media hora se encuentra el caserío de los Heros, con apariencia de antigua fábrica de ladrillos, aunque en realidad fue una industria en la que se elaboraba papel para la Casa de la Moneda aprovechando la abundante madera de los alrededores.

Pasaremos por un cruce de caminos, con una desviación que se dirigía al antiguo poblado de trabajadores de la fábrica, y la ruta sigue aguas abajo hasta que el valle comienza nuevamente a estrecharse, y a conformar caprichosas formaciones geomorfológicas en el horizonte.

AragosaCaminoUna vega amplia y rica nos anticipa nuestra llegada a Aragosa, un pueblo que llegó a tener castillo cuando el enclave era paso obligado al camino medieval que recorría todo el valle. Aragosa formó parte del señorío de pueblos que Alfonso VII concedió al obispo seguntino Don Bernardo, cuando los mitrados ejercían la autoridad militar y religiosa en las tierras de Sigüenza, y todavía desenvainaban la espada contra el moro infiel.

Muchos son los lugares en las cercanías de Aragosa aptos para el disfrute y el paseo. Viniendo desde Guadalajara, Aragosa  es la puerta del Parque Natural, declaración que pretende instrumentar no sólo medidas de protección y algunas limitaciones de uso, sino además encauzar actividades económicas ligadas al turismo. Consultar la guía de establecimientos y casas rurales. Su perímetro abarca un total de 8.481 hectáreas, con una extensión mucho más amplia que la recorrida en nuestra ruta, ya que engloba hasta diez términos municipales: Algora, Mandayona, Aragosa, Mirabueno, Saúca, Jodra del Pinar, Sigüenza, Pelegrina, La Cabrera y Torremocha del Campo.

 

 Dulce-Mapa

TIEMPOS DE MARCHA. Si queremos realizar todo el recorrido, de una sola vez, y en el mismo día, es imprescindible un grupo de amigos que sitúen sus coches en Pelegrina y Aragosa, e intercambiar las llaves a mitad de camino.  Si no es posible, habrá que recorrerlo por tramos, en ida y vuelta.  Las distancias aproximadas son las siguientes: Pelegrina-Mirador, 40 minutos. El acceso hasta la carretera del Mirador se toma cuando se divide el barranco, ya al final, por una senda muy empinada. Pelegrina-La Cabrera, 45 minutos. La Cabrera-Aragosa, 2 horas. Distancia total: 13 kilómetros (ida).
 DIFICULTAD. Baja. La única dificultad reside en la bajada desde el mirador hasta el barranco. Los que quieran evitarlo pueden hacer el recorrido a la inversa, saliendo desde Pelegrina, hasta el farallón rocoso donde se divisa el mirador en lo más alto. La mayor parte del camino transcurre por pistas forestales.
 ÉPOCA RECOMENDADA. Cualquier época del año. Las vegas están más bonitas en otoño. En invierno, si el día es soleado, el paseo es agradable. Hay agua potable en los tres pueblos del recorrido.
Notificaciones

¿Quieres desactivar las notificationes? Dejarás de recibir la última hora de Guadalajara.

Este sitio web usa Cookies para mejorar y optimizar la experiencia del usuario. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies. Ver política