Rutas: El Barranco de la Hoz en el Señorío de Molina

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 El viajero se acerca a los sitios por mera curiosidad o por distracción. Los viajes comienzan siempre con una lectura previa, con una imagen que se incrusta en la retina, con un programa de radio, hasta que poco a poco le entran a uno las ganas de ir allí. A veces también con una conversación bien llevada que invita a coger el coche o la mochila, o ambas cosas, y emprender la huida. Lo dicen los grandes viajeros, pero es aplicable a todos los mortales, todo el que viaja huye de algo, por lo común de la rutina, de la soledad o del hastío.

Los que vivimos de lo que contamos estamos deseando que nos propongan algo interesante para abandonar la mesa y el ordenador y hacer el camino, aunque sabemos que nuestro viaje no terminará hasta que no hayamos vuelto al sitio del cual hemos huido. Es un viaje de ida y vuelta, como casi todos, pero con la mordaza asfixiante e inexorable del tiempo. Los grandes viajeros del XIX, periodistas muchos de ellos, se pasaban años recorriendo África. Vivían viajando. “¡Váyase usted a encontrar a Livingstone y antes pásese por la India y por Egipto, y luego nos cuenta!”, comentaba Manu Leguineche que le dijo al gran Stanley el director de su periódico. ¡Años y años viajando para contar cuanto veía! Por PEDRO AGUILAR SERRANO

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