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Ruta: Picotas y un castillo en la primera Alcarria

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Para los que vivan en Guadalajara capital, la ruta que hoy les sugerimos (80 kilómetros ida y vuelta) se puede hacer tranquilamente en una mañana. Coja a toda su familia, porque apenas tendrá que andar medio kilómetro en nuestro punto de llegada, Fuentenovilla, y si el tiempo acompaña, podrá sacar sus tarteras para almorzar en una cómoda área de recreo, con barbacoa y columpios para los niños, junto a la fuente de abajo, en este último pueblo. Antes habrá tenido la oportunidad de admirar dos magníficas iglesias, un soberbio castillo en Pioz y dos  esbeltas picotas, símbolo de villazgo en la España medieval.

La cercanía con Madrid y la Autovía N-II hicieron de esta primera Alcarria una fecunda tierra de oportunidades para las inmobiliarias, aunque la burbuja se pinchó, pero no si cambiar la fisonomía de estos pueblos.

Estos signos de progreso, se notan también en los conjuntos urbanos. Las calles están bien asfaltadas, se han hecho pequeñas obras en plazas y parques, se han revocado y rehabilitado fachadas en casas y centros públicos, hay recintos deportivos al aire libre y también cubiertos, y ninguna iglesia se cae de vieja.

Cruzamos el pueblo de Chiloeches y después de varias curvas y recurvas, estamos en lo alto de la primera Alcarria. A nuestra derecha se abre un mirador natural de todo el valle del Henares, desde Guadalajara hasta más allá de Alcalá,  con la cordillera central como telón de fondo y el Ocejón, siempre vigía y solitario en dirección noroeste.

La vegetación ha cambiado. En la Alcarria también hay terrenos llanos, pero el monte domina sobre el bosque de ribera de la Campiña y los campos anchos y largos del cereal. En el monte se suceden las encinas, los olivos y las carrascas, la penetración de la agricultura ha sido menor aunque también paga servidumbre. El trazado del AVE ha abierto una nueva cañada Real que se pierde en el horizonte, y que ha dejado una herida cierta en el paisaje alcarreño.

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El Pozo de Guadalajara se llama así, porque tuvo un gran pozo en las proximidades de la aldea, del que se abastecían  vecinos y caminantes. Como tantas otras tierras, estuvo ligado a la Casa de los Mendoza, hasta que en tiempo del gran cardenal Don Pedro lo cambió por otras posesiones con don Alvar Gómez de Ciudad Real, por entonces  Secretario  Real.

En el siglo XVI, obtuvo la condición de Villa, y en consecuencia derecho a levantar picota, donde los condenados recibían  el peso de la justicia. Consta de una columna levantada sobre una grada y rematada por cuatro cabezas de león, esculpidas en piedra. Sobre ella se observa una superficie lisa, a la que seguramente iría unida alguna cruz o adorno.

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A la plaza da vista el edificio del concejo,  rehabilitado con gusto, y la iglesia de estilo románico-mudéjar, que data del siglo XIII,  y que ha sido objeto también de obras de mejora y consolidación. Destaca el  atrio de entrada, construido en ladrillo, y un coqueto ábside semicircular que  en su exterior  da a una sencilla plazuela, con una bonita fuente.

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Siguiendo la carretera, al final de una larga recta encontramos a Pioz. En lo alto de una pequeña  colina se levanta su castillo, ligado también a la casa de los Mendoza  y mandado construir por el Gran Cardenal en el siglo XV. La planta del castillo es un cuadrado perfecto, con una torre grande o del homenaje y tres almenas cilíndricas, que no hace mucho sirvieron de palomar. Una barbacana rodea todo el perímetro exterior, que también era defendido por un foso, al que se accedía por  un puente levadizo. El aspecto exterior del castillo es sólido y sus muros todavía conservan la robustez de antaño. Podría ser un magnífico parador.

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De su interior no queda nada, aunque  una cata en el suelo de tierra empieza a descubrir   la traza de las medievales estancias. Desde hace unas años la propiedad fue adquirida por el Ayuntamiento, que ha realizado obras de consolidación.      

Después de proveerme de pan y bollos, que gozan de merecida fama,  parto hacia Fuentenovilla. Hay que tomar la dirección  de Pezuela de las Torres, desviación que dejaremos a la derecha para seguir por la CM-234  hasta el límite con la provincia de Madrid, hasta que retomamos de nuevo la red de Castilla-La Mancha,  pasado el cruce de la Venta del Cojo.

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A Fuentenovilla le nació una poderosa urbanización que ha sembrado de chalets todo el monte desde el mismo cruce con la carretera de Mondéjar, hasta casi llegar al pueblo. De su casco tradicional, destaca la espectacular picota, realizada en el siglo XVI, que muchos consideran la más esbelta y mejor conservada de la provincia. Sobre unas gradas de piedra, se levanta una formidable columna estriada, de más de cuatro metros metros, que alza cuatro grandes cabezas de león y una  torrecilla  escalonada, rematada por una cruz de  hierro. La picota da porte y relevancia  al conjunto de la plaza, en la que destaca la fachada empedrada de su iglesia, del siglo XVI, y la torre de forja del reloj.

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La ruta de hoy acaba en la fuente de abajo. El camino se toma frente a la parada del autobús, y después de dejar a nuestra derecha  una primera fuente, con pilón rectangular, sigue unos cuatrocientos metros hasta  una agradable zona de recreo y barbacoa.  La fuente luce unos  grabados clásicos en piedra  con formas de mujer y un distribuidor del manantial, rematado por una curiosa pirámide.

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