Aldea de La Vereda.

Reconstruyendo una casa en La Vereda. 

 A La Vereda se llega mediante un camino forestal, que sale desde la misma presa del Vado, y va escalando el monte hasta sobrepasar la cota de los mil metros. El color de la montaña es oscuro, casi negro, por lo que el abigarrado conjunto de casas que conforma su núcleo urbano se confunde con el roquedal donde se asienta, y no nos damos cuenta que allí hay un pueblo hasta que estamos encima. Es fin de semana y los nuevos colonos lo aprovechan para seguir con las labores de reconstrucción de sus casas. Nos llama la atención de que están utilizando barro y paja, para elaborar el adobe tradicional que se utiliza en los interiores. La Vereda fue abandonada en los años setenta, porque allí no había quien viviera, y se quedó con la propiedad el antiguo ICONA. Con la mejora de las comunicaciones y del nivel de vida, oriundos y urbanitas comenzaron a regresar en vacaciones y fin de semana, y con ellos se iniciaron las tareas de reconstrucción. Desde julio de 1997, hay una concesión de la Junta en favor de la Asociación Cultural «La Vereda», para estas tareas de reconstrucción, que incluye todo el casco urbano y el entorno inmediato, con la excepción del antiguo ayuntamiento, la casa del secretario, las escuelas y la fragua.

Cobertizo en La Vereda.

Un pueblo sin asfalto.

En la Vereda no hay calles asfaltadas, ni alumbrado público, ni red de saneamiento, ni otras modernidades, sólo un depósito de agua,  y se prohibe acceder al interior del pueblo con coches. En líneas generales, las tareas rehabilitadoras se han hecho con acierto, respetando materiales y usos tradicionales, aunque todavía quedan por consolidar algunas tinadas y la sencilla iglesia con espadaña. En La Vereda, eso sí, ya no hay cabras ni está el ganado que dormía en la planta baja de las casas, calor y olor a esta sierra pobre en la que hasta los lobos pasaban hambre.

Conjunto de casas en La Vereda.

Desde La Vereda tomo un camino que baja hasta las inmediaciones del pantano del Vado, siguiendo los pasos del Arcipreste de Hita,  que anduvo y amó por estas encrestadas sierras a las bravas serranas que le dieron calor y cobijo en sus andaduras entre Madrid, Segovia y Guadalajara. Relata Juan Ruiz, en su libro del Buen Amor, la historia de Alda, una serrana hermosa y lozana, muy colorada ella,  que con el arcipreste se quiso desposar. No hubo lugar, pero le dio vino malo, pan de centeno y otras cosas calientes que le llevaron el remordimiento al clérigo, hasta el punto de seguir el consejo de Santiago apóstol, quien nos enseña que «todo bien completo y todo don muy bueno viene directo de Dios, y yo, cuando salí de todo este enredo, me dirigí a rogar a Dios para que no me olvidase».

Espadaña de Santa María del Vado, la virgen por la que sentía devoción el Arcipreste de Hita.  

Y tratándose de pedir favores, no había mejor sitio para solicitarlos  que en «un lugar renombrado, muy santo y muy devoto: Santa María del Vado», en cuyo honor el arcipreste ofreció estas cantigas: «Os saludo, Reina, madre del Salvador, Virgen santa y digna, oye a este pecador. Mi alma en ti piensa, en tu alabanza; de ti no se aparta mi esperanza, Virgen, tú ayúdame y sin tardar ruega por mi a Dios, tu hijo y mi señor».
Santa María del Vado hoy ya no es un lugar devoto, como en el siglo XIV, sino una ruina que se yergue melancólica, sola, en lo alto de un roquedal rodeado de pinos y la selva. El  tejado de la iglesia hace años que se vino abajo  cuando el pueblo se abandonó, al construirse el pantano, en 1972, su espadaña está  partida y en el interior las zarzas escalan por los arcos de medio punto de la nave central.

Santa María del Vado en la actualidad. El pueblo de El Vado fue anegado por el pantano, pero sobrevivieron las ruinas de la iglesia al estar en un alto.  

Hace mucho tiempo, casi ya medio siglo, que en lugar tan devoto no se escuchan las cantigas y oraciones y sólo el  viento que baja de la sierra.
Un silencio sepulcral reina en Santa María del Vado.

¿COMO LLEGAR?

Al llegar a Humanes tomamos la carretera de Tamajón. Lo cruzamos hasta llegar al cruce entre Valverde y Majaelrayo; tomamos este último. Atravesamos el sabinar donde  está la ermita de Nuestra Señora de los Enebrales y seguimos por la carretera durante unos cinco kilómetros hasta que encontramos un cruce a la izquierda, sin indicar (por la derecha se va a Majaelrayo), que nos llevará hasta el pantano de El Vado, a unos 6 kilómetros. Pasaremos por un túnel y al final del dique comienza la pista forestal  de tierra que nos llevará a La Vereda. Son unos 10 kilómetros que hay que hacer con precaución porque los barrancos son espectaculares. Después de visitar La Vereda retrocedemos por el mismo camino, y a unos trescientos metros, a la izquierda, sale otra pista (avisa que está cortada), que  muere cerca del pantano de El Vado en tres kilómetros. No recomendable con nieve o mal tiempo.

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