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Fandiño, el derecho al egoismo

fandi-portadaFandiño sale por la puerta grande tras cortar 5 orejas y sufrir dos revolcones tremendos. Fotos: Fernando Toquero. Ibán Fandiño se encerró con seis toros en Las Cruces con dos objetivos: demostrar técnica para el reto y tirón en taquilla. Las dos cosas las acreditó con creces. Tarde histórica en la que Fandiño estuvo por encima de los toros gracias a su torería, arrojo, empaque y valentía, pero sobre todo técnica. Deslucida corrida de Jandilla que no cumplió las expectativas. Buena respuesta de público con más de tres cuartos de entrada.

 Ficha:

Cinco toros de Jandilla y uno de Vegahermosa (encaste Domecq): Muy bien presentados, con peores hechuras el cuarto y sexto. De mejor juego el quinto y en menor medida el primero. Complicados y sin clase los demás. Peligroso, reservón y manso el sexto peor del encierro.

Iván Fandiño: Pinchazo, media y dos descabellos (silencio); pinchazo hondo saliendo prendido y estocada caída (oreja); estocada y descabello (oreja con petición de la segunda); estocada tendida (oreja); estocada perdiendo la muleta (dos orejas); estocada tendida y caída (petición de oreja).

Segunda de feria a la usanza goyesca. Más de tres cuartos de plaza en tarde soleada de temperatura agradable. Actuó de sobresaliente Enrique Zazo “Chapurra”. Iván Fandiño salió por la puerta grande.

Fandino-cogidaRevolcón a Fandiño, afortunadamente sin consecuencias, en el último de la tarde. Foto: Fernando Toquero.Me hubiese gustado ayer estar solo en Las Cruces, sin nadie a mi alrededor que me molestara, tan solo la Banda de Música de Brihuega, que ayer durante dos toros tuvo una actuación soberbia y eso que no entiendo mucho, pero lo bueno gusta a todo el mundo. Me hubiese gustado que nadie hablara y que Ibán (no es una errata Santi, no lo cambies porque es vasco y se escribe con así), toreara bajo el Concierto de Aranjuez, El Amor Brujo o El Bolero de Rabel, sin que nadie me molestara y al igual que una buena copa de vino saborear todos los aromas sin ruido, siendo consciente de que lo que estaba viendo y sintiendo era único. Era el toreo en su mejor añada, el vino en su momento cúspide, el artista en su en su máxima expresión.

Me hubiera gustado estar solo para ver el toreo de verdad, la sangre del guerrero, la cabeza madura y la técnica del sabio. No tener que comentar con nadie lo que había visto y llevarme esas sensaciones escondidas. Lo malo es que lo compartí con una plaza casi llena y no podré decir que he sido el único en ver torear y encima tener que discutir cosas que están por encima de las razones.

Me llevo la técnica para tapar defectos de toros como en el primero, que lo meció por el derecho y me enseño sin tapujos que el izquierdo no valía.
Del segundo recuerdo su capacidad para moldear su bronca embestida y conseguir hacer una faena de menos a más justa en todos niveles excepto en la entrega. Al final revolcón y primer susto, pasa cuando las cosas se hacen de verdad.

En el tercero su conexión con un público, que tardó en entrar pero que desde entonces no paró de levitar al lado del torero y llevarle en volandas convencido de que era su torero. Faena de técnica, poder y para convencer al toro de que era mejor que pasara por la muleta, porque por otro sitio Fandiño no le iba a dejar.

El arrojo en el cuarto fue total y cuando el toro, que le probó en repetidas ocasiones vio que no podía con él, acabó rajándose e Ibán metido entre los pitones ante el delirio de sus vecinos de Tórtola de Henares de donde todavía no se ha ido y ya le echan de menos.

fandino-muletazoEl toro pega un brinco tras un pase de pecho de Fandiño. /Fotos: Fernando Toquero. La magia de una faena de verdad con un toro transmitiendo y un torero queriendo. Toro de almohadillas o puerta grande. Faena a más de entrega, variedad y aplomo. De las que se comienzan por estatuarios y se terminan con el toro ceñido. De esos que colocan en su sitio a cada uno y de los que piden la muerte de frente y por derecho. Ibán se perfiló a matarle como quien tira en un duelo a pistola. Dos orejas.

El guerrero estaba escondido y todavía le podía entrar más sangre en el vestido. Así que Ibán, como si no llevara ya cinco orejas y la tarde encarrilada, se la jugó sin tapujos, sin medias tintas. Toro feo, peligroso, basto y sin clase. Faena de técnica y querer en la que por un momento ganó la partida el toro cuando dejó al torero vencido y destrozado tras una paliza soberbia, pero de la Iván Fandiño se rehízo para pasaportar al toro y ya sin aire ver a su ciudad volcada y coreando su nombre en una célebre puerta grande.

La corrida no cumplió las expectativas y resultó deslucida, excepto el primero y sobre todo el quinto. Tuvieron la suerte los toros de encontrarse con un torero que les tapó defectos y destacó virtudes.

La presidencia para olvidar, porque no tuvo ni la mínima sensibilidad con un torero que vino a darlo todo. Tal vez se cree el presidente (en minúsculas) que de esa forma ajustaba cuentas, cuando Iván ya había ganado la partida.

El buen vino es para tomárselo uno, no dos.

 

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