Un año más, y se cumple ya el 853, la Cofradía de la Santísima Trinidad promueve y organiza los actos de la romería de la virgen de la Estrella, que tiene lugar en el domingo de Pentecostés. No es la primera vez ni será la última que esta fiesta, con fecha fija, coincida con una jornada electoral.
En Atienza, los caballeros de la cofradía de «La Caballada», celebran un ritual que tiene casi nueve siglos de antigüedad y que en su origen conmemora la huida del rey castellano Alfonso VIII, a quien su tío el rey de León le tenía cercado para arrebatarle el trono. Es por tanto una fiesta muy castellana.
La Caballada es una fiesta de leyenda y como tal deben tomarse algunos datos. Estamos en el siglo XII y los grandes nobles luchan para quedarse con la mayor parte del «pastel» que deja a su muerte Sancho III. Los Lara se habían quedado con la tutoría del rey Alfonso VIII, todavía un niño, y los Castro se sienten perdedores con la nueva situación. De esta suerte piden a su tío Fernando, rey de León, que aproveche la oportunidad y éste entra en Castilla en 1162 al frente de un ejército con la intención de atrapar al niño y seguramente quedarse con el trono.
Acosados por Fernando, las tropas del rey castellano se refugian en Atienza, una villa soberbiamente amurallada y con un «castillo mui fort», en palabras del poema del Mío Cid, desafiante en lo alto de un murallón rocoso a 1.100 metros de altitud. El asedio no cesa y los defensores se temen lo peor, así que ingenian una treta para poner a salvo al Rey castellano.
La tradición cuenta que fueron los arrieros atencinos (el gremio más numeroso de la villa, junto al de los clérigos), quienes sacaron al niño oculto entre sus capas y lo pusieron a salvo en Segovia. Esta escapada es la que se rememora con las carreras por parejas que los cofrades realizan por la tarde en los arrabales de Atienza.
El ritual de La Caballada, fiesta declarada de interés turístico nacional, se describe en pergaminos de época que datan del siglo XIII.
El sábado anterior al Domingo de Pentecostés, se reunen los hermanos en un anejo de la ermita de la Estrella para comer siete tortillas, que recuerdan las jornadas que emplearon sus antepasados en llegar a Segovia con el Rey niño.
A las diez de la mañana del domingo, embozados en sus capas castellanas, montarán a caballo y se dirigirán a casa del prioste donde celebran una reunión. El «fiel de fechos» leerá las multas del año y luego se subastará la vieja bandera que el rey Alfonso VIII les concedió como agradecimiento. La tela lleva también la Flor de Lis de los Borbones, que se incorporó con el cambio de dinastía en España.
A eso de las doce de la mañana, el medieval cortejo dejará oír las herraduras de las caballerías que no sin dificultades cabalgan por las empinadas calles atencinas hasta llegar a la ermita de la Estrella. Dulzaineros y tamborileros, montados sobre unos borricos, anuncian la marcha. En la ermita se unirán a la procesión que llega hasta la llamada Peña de la Bandera y luego vuelve al templo. Sobre la marcha, se realizan sucesivas subastas para portar las andas.
Llega la hora de la misa, en la que los cofrades son protagonistas. La mayoría de la gente se queda fuera porque la ermita es pequeña, esperando la subasta de roscas que cuelgan del mayo, las cuales son adjudicadas por el manda en celemines de trigo.
Como el tiempo suele acompañar, lo que se impone después es comer en la pradera que rodea la ermita o en alguno de los figones que tiene la villa.
Por la tarde, hay más bailes de despedida y el canto de la Salve. Los cofrades regresan al pueblo y volverán a montar en sus caballerías a eso de las seis de la tarde para marchar a los arrabales de la villa. Allí se disputan sus célebres carreras por parejas, que hacen las delicias de los visitantes.
La celebración de este año pone una mirada especial en el párroco, Agustín González Martínez, que esta en sus bodas de oro sacerdotales y lleva en Atienza y su partido 34 años. Don Agustín fue ordenado sacerdote el 31 de marzo de 1963 y va a recibir un homenaje del pueblo el próximo 8 de junio.
MONUMENTOS DE INTERÉS
La Caballada es un magnífico pretexto para visitar Atienza, una de las villas más evocadoras de la provincia, declarada toda ella conjunto histórico artístico.
A día de hoy, mantiene abiertos tres museos permanentes. El de San Gil, del siglo XII, guarda una rica colección de pintura y escultura religiosa y de objetos de culto, que constituyen parte de los tesoros artísticos de la villa. Se completa con una sección de arqueología y paleontología. Esta última recoge fósiles hallados en la comarca y otros fruto de donaciones particulares. Hace 90 millones de años aproximadamente, Atienza y sus alrededores estaban cubiertos por las aguas del mar. Retiradas las aguas quedaron erizos, corales, branquiópodos...Merece atención especial la mandíbula de un elefante primitivo llamado Primigenios, que vivió por estos lares hace 17 millones de años. En la sección de arqueología hay puntas de flecha, hachas de piedra pulimentadas, ajuares funerarios, espadas y lanzas y otros objetos que datan del paleolítico a la dominación visigoda.
El museo de Arte y Paleontología de la Iglesia de San Bartolomé se ubica en el interior de una iglesia románica, en la que destaca su bellísimo atrio porticado. Allí se exponen algunas de las obras de arte -la mayoría de autor anónimo-, que se encontraban desperdigadas por diferentes casas e iglesias de la villa. Junto a las pinturas y tallas, hay valiosas custodias de plata y un magnífico cáliz neoclásico del platero Vargas Machuca. A destacar también la capilla del Cristo de Atienza, patrón de la villa, con retablo y decoración en madera de estilo churrigueresco y una cúpula dorada. Al igual que San Gil el museo se completa con una sección de paleontología que acoge una de las colecciones privadas más ricas de España. Consta de 3.500 ejemplates diferentes y se ubica en la parte superior e inferior del coro y baptisterio.
También está, en la calle Cervantes, el Museo de Arte Religioso y La Caballada, que se visita los fines de semana, y en verano, a diario.
La última incorporación es La Posada del Cordón, museo dedicado a la Cultura teradicional de Guadalajara, promovido por la Diputación, que habitualmente está abierta al público durante los fines de semana.
Las más de 600 piezas de la colección permanente se exponen en unos 400 metros cuadrados, distribuidas en ocho grandes áreas temáticas: identidad, medio natural y arquitectura, ciclo anual (estaciones, fiestas y ritos), creencias y espiritualidad, hombre y mujer (ciclo vital), vida cotidiana y hogar, artes populares y comunicación y actividad económica (artesanías, técnicas y saberes). Se complementa con más de 40 paneles explicativos, pantallas interactivas y recreación de escenas.
Los horarios de visita de la Posada del Cordón están disponibles en la página web www.dguadalajara.es/web/guest/centro-de-cultura-tradicional-de-guadalajara
Pero Atienza es toda ella un gran museo, con rincones y plazas, como la del Trigo, que invitan al paseo con delectación. Los más andarines pueden subir hasta el castillo desde donde se divisa una magnífica vista del conjunto medieval y de las cordilleras montañosas que abrazan a ambas Castillas.
COMUNICACIONES
Desde Guadalajara, por la N-II hasta coger la CM-1003 Jadraque, a la altura de las Galeras. En Jadraque tomaremos la CM-101 que nos lleva hasta Atienza. Distancia de la capital: 82 km.
